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«Rechazos» ruta dramática hecha denuncia

La discriminación  como tema central es abordada por el director y dramaturgo Luis Carlos Boffil, alcanzando logros interpretativos, dentro del marco del Festival de Teatro Rosa de Caracas, 2015. 
Por: Julio C. Alcubilla B. 
Twitter: @editorglobal
Telf. +0412-200.53.90 (Venezuela)
Antes de distinguir valoraciones escénicas, me permito recorrer algunas teorías, motivadas en la lectura de éste espectáculo. En primer lugar, pudiésemos considerar que esta obra responde a una concepción "realista", en la que se presenta a partir de su texto dramatúrgico un lenguaje cotidiano,  familiar, que intenta ser cercano y cuyos personajes no sólo hablan y se expresan de manera natural, sino que son portavoces de una psicología de seres comunes, en una sociedad moderna, en la que "sexo diversidad" no debe ser tocada dentro del contexto "bufo", porque  puede llegar a ser tan común a todos, como la heterosexualidad. Esto a mi modo de ver constituye un primer acierto, ya que sus acciones son tan genuinas como representativas de la gente real, no de una representación circense.  
La propuesta intenta convencer al público de que la acción que desarrollan se da en la vida y sociedad de cualquier país, que se considere "libre". Desde el punto de vista de la teatralidad los argumentos disparadores, disímiles, recurrentes, alcanzan otro logro al ser enlazados en una trama que hace que el espectador reflexione y hasta cierto punto se brinde la oportunidad de consideraciones, entendiendo su aporte como individuo dentro de la sociedad que lo fragmenta. Expresiones y  juego escénico, se unen a espacios profundos de análisis y lecturas yuxtapuestas, alcanzando lo que deduzco como elevación de espíritu. Comprendiendo el efecto dramático sin perder la sensación de naturalidad. El vestuario y escenografía minimalista según la concepción del autor y director, son tan simples como fieles a esa realidad propuesta, y el escenario casi desnudo tiene precisamente la capacidad de proporcionar esa sensación ilusoria de estar contemplando algo que sucede realmente.

Henriik Ibsen  cerca del 1836, consideraba como creador del teatro realista moderno, que la "obra bien hecha",  es aquella cuya estructura interna y externa encajan perfectamente. Enfatizada a través del análisis o concepción de una gradación ascendente de la tensión dramática y una distribución siempre equilibrada de fuerzas psicológicas. Esto fue revisado posteriormente por August Strindberg en 1888,  cuando consideró en el Realismo, como una oportunidad para el teatro psicológico.
Pudiésemos por igual comprender "Rechazos" de Luis Carlos Boffil,  como una denuncia ante una sociedad que debe cambiar en percepciones. Bolffil, a través de un sistema muy preciso de señales o signos, nos muestra un proceso orgánico reposando principalmente en el eje interpretativo de su elenco más que en la puesta en escena. Comprometiendo al espectador con la lectura de un cierto estado de concentración, que surge  desde dentro de las emociones como respuesta a un fenómeno rítmico, energético, cuasi cinematográfico. Que no esconde o permite ver esa especie de improvisación interna, basada en el principio de la decisión para actuar del elenco, considerando que más allá del personaje se debe alcanzar el logro de la verosimilitud.
Observamos en éstos cuatro actores, en especial dos de ellos, las técnicas orgánicas como respuesta a un proceso de la vida del hombre y el trabajo de dirección, seguramente abordado dentro de la técnica de Stanislavski. Según la cual "el proceso orgánico" ha de responder a un orden de articulaciones para cada acción física.
Otros aspectos a considerar especialmente destacables en la interpretación: en primer lugar considerando al personaje "Tripa", llevado a cabo por el actor (modelo), Josnert Gutiérrez, (malandro, drogadicto y quien descubre aunque no acepta, su homosexualidad lacerante); logra en una escena comprometida, precursora del desenlace, una minuciosa lectura "Grotowskiana". Según la cual, no sólo las turbulencias mentales del acto creador son dadas en el proceso de su escena y personaje, sino que se toma en consideración las relaciones entre el actor y el público, quebrantando los obstáculos hasta romper las resistencias que el espectador pueda tener. Hechos que bajo mi humilde percepción responden a través del organismo del actor,  que se hace mayormente transmisible a partir de los procesos psíquicos, pero tomando por igual en cuenta que la actuación es un  vehículo, más allá de ser un  refugio o un escape. Aspecto por demás importante, considerando que los estímulos, impulsos y reacciones de su arsenal interpretativo, intentan  evitar el cliché, viviendo y haciendo vivir al personaje "Tripa" que interpreta. 
Por su parte, Moisés Berroterán, en su rol de Yonaiker, (el santero, el que se reivindica, el amor… la libertad), alcanza a través de gestos y cuerpo,  esa incandescencia que ilumina el escenario, permitiendo que el papel se haga uno con su entrega. Compensando el obstáculo de su propia persona,  logrando dibujar en su interpretación ese dominio técnico sobre sus medios físicos y psíquicos, que le competen a su personaje y al mismo tiempo, hacer que caigan las barreras. De alguna manera se deja  "penetrar" por el personaje, exponiendo su capacidad histriónica, logrando no vacilar en mostrarse exactamente como es, comprendiendo que el secreto del papel le exige abrirse, desvelar sus entramados.  
Evelia Di Gennaro, interpreta a Rosario, una hermosa joven de unos 20 a 22 años de Edad. Su belleza y candidez contemporánea, traspasan al espectador, brindándole la posibilidad de registrar en su lectura cada una de sus máscaras interpretativas, con el acierto de una naturalidad encantadora, amable, sencilla. Esta estudiante de artes, rellenita de cuerpo, poseedora de temperamento escénico y ensoñadores gestos, impone su atractivo al ser progenitora de entregas. Por último, el Padre, interpretado por José Ignacio Pulido, un policía de un poco más de 40 años, alcanza el desarrollo de su rol con la mesura y distanciamiento, de un actor de carácter que se aproxima a una interpretación brechtiana, para develar su profundidad racista y de ser frustrado.  Ícono de la decadencia y a su vez, es el personaje que representa a la sociedad que enjuicia, sin alcanzar profundidades ni razones para su alegato.
Profundizando entre notas escritas al contemplar la escena…
Una escenografía minimalista más propia del género de teatro pobre de Jerzy Grotowski, nos ofrecen una silla de cárcel y un banco de parque, como apertura. La iluminación intimista es concebida para un eje de acciones cercanas, la misma influye en el despertar del espectador, brindándole la posibilidad de acercarse al desarrollo psíquico de los personajes.
Esta catapulta del juego escénico, conecta al abordaje psicológico de los intérpretes, hasta alcanzar la lectura de roles iconoclastas de la actual sociedad que se abre al mundo, plena de contradicciones e intolerancia. Se expone la vida de un santero que se reivindica a través de su culto religioso, de una forma oscura de existencia y termina siendo símbolo de la libertad y el amor, en contraste con el desequilibrio que propone la derrota. 
El texto dramatúrgico es espejo de una actualidad que lastima, por ser madre de controversias y abusos. El reconocimiento no aceptado en lo personal en un personaje rubio, pleno de virilidad y belleza oferente, se contrapone al prototipo y encarna a un malandro, drogadicto, que descubre su homosexualidad y no la acepta, terminando con su vida luego de hacer uso sexual, drogando a su mejor amigo…su único valor trascendente. Un padre policía traicionado por su mujer, con un hombre "negro", se une al juicio de la homosexualidad. El racismo es precursor de una masculinidad atormentada a partir del poder del policía subordinado a sus debilidades, el cual castiga y tortura al "negro", como venganza de su incompetencia. 
En definitiva un texto que expone los vicios de una sociedad decadente, que no acepta o prefiere convertirse en coautora de las bajezas más limitantes. Y prefiere "aceptar" la homosexualidad como risa, que concibe el racismo como fórmula de dignidad en cierta clase social, o como catapulta de antagonismos y castración de la libertad. Que censura o quebranta hasta el límite a aquellas o aquellos, que no se rigen por los connotados cánones de belleza actual. El texto logra ser un entramado de exposiciones o denuncias, profundamente dramático, equilibrado, rítmico, arriesgado y hasta cierto punto poético. 
Una escena memorable, alcanza un clímax de lectura sorprendente para un desenlace insospechado… trabajada en dos planos: uno el de la realidad insolente, en la que por segunda vez "el negro- (Yonaiker), es enjuiciado por el padre policía o la sociedad opresora… esta vez por la presunción de un delito que nuevamente no cometió. Su mejor amigo, lo durmió e hizo uso sexual de su humanidad, le confiesa su amor, posterior al hecho, su pasión desmedida y al no encontrar respuesta en sus afectos luego de un beso robado, decide acabar con su vida, con una sobredosis. 
En un primer plano ocurre esa escena del juicio del padre policía, mientras que un segundo plano, las frases de éste, son recursos para la memoria de quien está falleciendo en su tránsito…el drogadicto, el malandro, el bello condenado, por su homosexualidad no comprendida ni aceptada. 
Hay una frase… como cierre, dado por el autor…"respeto"…si fuésemos más tolerantes, más respetuosos con las decisiones de la vida ajena y nos concentráramos más en estar pendientes de nuestro propio comportamiento como actores de ésta sociedad…el mundo sería un poquito mejor… 

Fuente: Julio.C.Alcubilla B.- Artes EScénicas- Teatro

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