Miscelánea y otros

Inteligencia perversa

Recogiendo la invitación de LjTarrio, voy a hablaros un poco de la inteligencia y de los test de inteligencia, que son para los psicólogos una auténtica pesadilla. Los profanos tienden a sobrevalorar el poder de los test, y no saben que detrás de ellos hay más polémicas y discusiones que en el análisis de un partido de fútbol. El asunto de la inteligencia es muy delicado, y los psicólogos somos auténticos especialistas a la hora de complicarnos la vida.

Para empezar, tenemos el CI, que algunos presentan por ahí en su tarjeta de visita, como si ello le fuera a abrir puertas o piernas. El cociente de inteligencia es un numerito muy sencillo que se obtiene mediante una de las muchas pruebas o test existentes (para los que tengan curiosidad, aquí hay una colección). Esta misma proliferación de pruebas obliga a quien declara su CI, que haga lo mismo con la prueba que se empleó. Cada test de inteligencia, de hecho, es diferente: se basa en premisas y marcos teóricos distintos, contiene una visión alternativa de inteligencia, tiene baremos calculados sobre muestras no iguales, y la forma de obtener el CI es distinta de las demás. No es lo mismo, por ejemplo, una puntuación de 116 en el Stanford Binet que en el WAIS.

No entraremos ahora a hablar de los test en sí: Hay muchos y muy variados. Los hay que incluyen pruebas espaciales, aritméticas, verbales, de cultura general, comprensión… Otros prefieren un enfoque libre de cultura, como el conocido Test de Raven. La mayoría de test suelen tener un tiempo límite. La mayoría cuestan un dineral. Y antes que pongáis cara de hambre, sólo un psicólogo o un profesional relacionado debería, en teoría, tener acceso a esta clase de material. Bueno, pero ya me estoy desviando del tema principal… Lo que pedimos a un test cualquiera, es que tenga fiabilidad y validez, máximos pilares de la psicometría. Un test es fiable si sus puntuaciones son coherentes cada vez que el sujeto haga el test, es decir, si mide bien lo que queremos que mida. La validez es un tema mucho más espinoso: se trata de saber si el test mide realmente lo que debería medir.

La pregunta es, ¿Qué es lo que vamos medir? En el diccionario tenemos diferentes definiciones de inteligencia:

Inteligencia (l. intelligentia)
1 f. Acción de comprender una cosa: la ~ de un texto, de las verdades de la fe; en, o en la, ~, en el concepto, en el supuesto.
2 Facultad de comprender, capacidad mayor o menor de saber o aprender: hombre de ~ privilegiada.
3 Conjunto de todas las funciones que tienen por objeto el conocimiento (sensación, asociación, memoria, imaginación, entendimiento, razón, conciencia): inteligencia, sentimiento y voluntad; ~ artificial, la de los ordenadores de la V generación, que podrán realizar las funciones básicas del entendimiento humano.
4 Habilidad, destreza.
5 Ser espiritual, en oposición a cuerpo.
6 Organización encargada del espionaje y el contraespionaje de estado o nación.

Exceptuando la quinta y la sexta, la primeras cuatro tienen una pizca de verdad. Si preguntáramos a un grupo de psicólogos, cada uno nos daría una definición diferente, pero similar. Yo mismo, por ejemplo, definiría la inteligencia como

Un rasgo por el cual un ente es capaz de relacionarse con su ambiente (para provecho propio).

Definición que no deja de ser muy, muy abstracta, y que incluiría plantas y organismos artificiales. En el peldaño más bajo pondría una roca desgraciada, y en el más alto, Terry Pratchett. Sin duda algún listillo podría decirme que la roca también se relaciona con el ambiente, pero no me meteré en semejante berenjenal, que luego empezamos a hablar de Gaia y no terminamos nunca. Lo único que quiero decir, es que la inteligencia no es una prerrogativa humana. ¨

Ahora hablemos un poco de los humanos y de su estupidez natural.

Como decíamos, el CI es algo muy relativo: describe qué tan bien una persona, en un momento dado, ha desempeñado una serie de pruebas específicas. No explica nada, sólo describe. Los estereotipos sobre inteligencia son muchos, y erróneos. Empecemos con la heredabilidad. No está claro qué proporción de varianza poblacional de la inteligencia puede atribuirse a diferencias heredadas. Los cálculos hechos con gemelos a base de correlaciones, no siempre son tan fiables como parece. Además la heredabilidad se aplica a poblaciones, no a individuos. Las poblaciones mismas no se miden en toda su amplitud, sino a través de muestras supuestamente representativas. Y finalmente, la heredabilidad no indica lo mucho o poco que un rasgo se puede modificar. Es un simple "juego" estadístico, y no una verdad absoluta. Parece ser que el CI tampoco es fijo e inmutable, sino algo moderadamente plástico. Y cambia con la edad.

Sobre qué es la inteligencia, sigue habiendo controversia. Actualmente, se considera imposible investigarla sin tener en cuenta variables afectivas como las emociones y las motivaciones. Bueno, tampoco se trata de hablar de la voluntad de poder, pero nos acercamos bastante. Un individuo que no tenga interés en lo que hace, ni motivación… o uno que por otro lado está dominado por un fuerte sentimiento de depresión, no sentirá un impulso a "dominar" su ambiente, a controlarlo. Sus relaciones con el ambiente disminuyen, su atención no se enfoca en ningún problema. No hay ganas.

El psicólogo inglés Spearman, a principios del siglo XX, postuló la inteligencia como algo estructurado en dos tipos de factores. Uno general, y otro específico. El conocido factor g, llamado también inteligencia fluida, se considera como el rasgo fundamental de la inteligencia en muchos modelos, además de ser el más dependiente de la biología del individuo. La cultura y todo lo que aprendemos, por otro lado, se ha definido alegremente como inteligencia cristalizada. El caso es que hay personas con mucho hardware y poco software, otras con poco hardware y mucho software, y monstruos que tienen ambas cosas.

Thurstone, otro psicólogo posterior, fue más allá, y multiplicó el número de factores a partir del análisis factorial de algunas pruebas. Llegó a una docena de "habilidades mentales", entre las cuales se encuentran la Comprensión Verbal, la Fluidez Verbal, Números, Espacio, Memoria Asociativa, Velocidad perceptual, etcétera. No tengo tiempo, ahora mismo, para explicar cómo funciona un análisis factorial, pero baste decir para el caso, que cada factor que explique significativamente una parte de la varianza total, es necesario pero no suficiente para construir todo el armazón resultante.

Howard Gardner, uno de los muchos pirados que nuestra ciencia acoge, habla de nada menos que de siete inteligencias: Lingüística, Lógica-Matemática, Corporal-Cenestésica, Espacial, Musical, Interpersonal e Intrapersonal. Yo hubiera añadido también Sexual, pero supongo que se incluye en Interpersonal. Dejando a un lado paridas de mal gusto, los intentos existentes para definir la inteligencia parten del estudio de nuestras capacidades y habilidades cognitivas. La memoria es un componente importante, y hay quien asocia a menudo atención con inteligencia. La capacidad verbal puede ser un indicio de gran inteligencia, pero no faltan casos, como en el Síndrome de Williams, en el que la verborrea no corresponde a una inteligencia superior. Lo mismo valga para las capacidades numéricas, que numerosos Idiots savants dominan a la perfección.

Llegamos así a la Inteligencia Emocional, que no es, o no debería ser, carne para libritos de auto-ayuda, sino una poderosa reformulación de la inteligencia teniendo en cuenta nuestra naturaleza de seres sociales, cuyo éxito depende en buena medida de la relación efectiva con los demás, y en el sabio manejo de emociones y expresiones afectivas – siempre y cuando tal manejo sea posible. Al final, la máxima inteligencia sea quizá la de Nicolás Maquiavelo, con su conocida frase "El fin justifica los medios". 

Que perverso me siento…

(*) El autor es Lic. en Psicología con web personal en faberitius.com. Este artículo de fbenedetti.blogalia.com en está amparado con Licencia Creative Commons Reconocimiento 3.0.

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Fuente: Fabrizio Ferri Benedetti (*) – fbenedetti.blogalia.com

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