Miscelánea

Los Navegaos entre gritos y susurros

Ésta es  la última obra del escritor Isaac Chocrón, la cual se nos ofrece bajo la dirección de  Michel Hausmann (24 años) y Javier Vidal, en el Teatro Trasnocho, de Caracas. Comprenderla, es acercarnos a una propuesta llena del encanto de la comedia ligera, contrastante en las actuaciones y simple en su contenido, pues refleja la última etapa de la vida de dos amigos que luego de haber sido amantes, se encuentran con el presagio de la muerte.
Por. Julio C. Alcubilla B.
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Más de 20 obras de teatro, siete novelas y sus libros de ensayos,  además de su carácter cortés pleno de espontaneidad cuando se sentía a gusto, matizado con la intensa relación con la vida en manifiesto, por momentos nos mostraba un carácter hermético y quizás severo. Me permiten antes de brindarles mis comentarios acerca del montaje Los Navegaos, resumir una semblanza del dramaturgo Isaac Chocrón y su concepción de la teatralidad.

Isaac nace en el seno de una familia sefardita, en el Estado Aragua- Venezuela en 1930 y muere el 6 de noviembre de 2011. Fue fundador de la Compañía Nacional de Teatro y Director de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela y  del teatro Teresa Carreño,  además de haber fundado junto a José Ignacio Cabrujas y Román Chalbaud, el Grupo Teatral el Nuevo Grupo, referencia del teatro venezolano.  Chocrón se definía a sí mismo como "zurdo, judío, homosexual y escritor", su visión del teatro lo comprometía con el atreverse a dialogar desde su subjetividad,  reconociendo en este universo, un vehículo para la expresión y trinchera para el combate.

Por ello muchas de sus obras teatrales emergen brindando al espectador lo reconocible, cercano, apostando a generar experiencias de comunidad y comunión. No alejándose de la fusión entre realidad y ficción, de habitar un aquí y un ahora inmediatos, procurando instalarse  a través del verbo o el gesto, la evidencia de problemáticas tan ciudadanas como humanas.

Al acercarnos a su perspectiva en relación al compromiso actoral, el mismo no se aleja del ejercicio comprometido y profesional del teatro universal. En tal sentido, el trabajo físico y men¬tal del actor o actriz, demandan una presencia escénica en la que se conjugan cuerpo y energía, pero que en el mismo sentido la distribución de esa energía en el espacio y el tiempo, deben encontrar el equilibrio de la emoción, no la emoción en sí misma. Enfrentar el miedo que supone someterse al riesgo para crear su personaje.

Isaac Chocrón, pertenecía según sus propios comentarios…"a una generación que luchó para lograr que sus obras llegaran al escenario y en¬frentarán al público, en una época en que tales testimonios individuales eran considerados, si no innecesarios, al menos prescindibles. La década del '60 y buena parte de la del '70 fue en realidad el reino de los directores, así como también el de una serie de experimentos que coincidieron en la convicción de que el texto, las palabras, debían subordinarse al espectáculo"…

"Durante las décadas previas se pensó que las imágenes debían transmitirse únicamente a través del diseño escenográfico, la tramoya sofisticada, la compleja iluminación, la música envolvente, incluso los olores. Lo que los directores teatrales trataban de hacer era competir con el cine y los videos en lo que estos mejor lograban: proporcionar imágenes al especta¬dor. Querían demostrar que el teatro cumpliría mejor su tarea, sustituyendo la imaginación del público. Lo que erróneamente olvidaban es la complicidad implícita entre las palabras y los espectadores…Una pieza debe pasar la prueba de su propio lugar y sólo a partir de entonces, como una piedra lanza¬da en aguas profundas, aparecerán los círculos concéntricos. Su validez se basa en la autenti¬cidad del testigo. Una obra de teatro es el testimonio de un tiempo y de un lugar en que sus personajes viven una situación tensa"…

"El teatro debe volver a capturar el embeleso de las palabras, el poder y la movilidad y la relatividad de las palabras. Sólo mediante las palabras pueden transmitirse ideas y sentimientos"…. (REVISTA TEATRO CELCIT N°34)

La Historia de Chocrón contada por Michel Hausmann y Javier Vidal
Éste episodio en la vida de dos hombres mayores, Juan (Vidal) y Brauni (Armando Cabrera), los cuales cuentan más que 60 años,  transcurre en el retiro de sus existencias activas de la vida y el compromiso, dibujando sus trascendencias. La isla de Margarita les sirve de marco, la paz en el retiro se matiza por las intervenciones jocosas, a cargo de la figura de Parol (el sobrino mudo más no sordo de Brauni), y la intermitencia interpretativa de una doméstica isleña (Luz), llevada a cabo por Samantha Castillo.

En un primer plano, la escenografía realista concebida Edwin Erminy, concibe un espacio contemporáneo, que pudiese recrearnos una síntesis poética existencialista. La cual nos hace suponer a una casa de arquitectura modesta, enclavada en un hábitat representativo de la rica y contrastante geografía isleña de Margarita. Que se construye por petición y revisión de dos citadinos de tierra firme (los navegaos que provienen de Caracas).

En la misma prevalecen los tonos mediterráneos de blanco y turquesa, lo cual nos coloca en la observancia de que pudiese alguno de los dos personajes principales, intentar mantener un estatus social de cierto estilo de vida y probablemente refinado gusto. Este recinto contrasta con un elemento de impacto visual de recordable contenido plástico, a modo de figura actante se nos erige una rama plena de flores de trinitarias color fucsia, la cual es evocadora de un hermoso jardín y de "la mar…"

El texto nada profundo en contenidos estilísticos aunque intenso en los reflexivos, es manejado por la dirección, incorporándole cada actor por sí mismos y la actriz, el exacerbado uso de lo que es identificado muchas veces como emblema de nuestra cinematografía y en algunas piezas de nuestra cartelera teatral venezolana, "las groserías".  Vulgaridades que suponen una identidad de nuestra idiosincrasia y un elemento que no puede ser olvidado, pues impulsa a la empatía jocosa del espectador. El mismo como herramienta efectista, pudiese olvidar que esta justificación asumida como bandera, es sólo  jocosa lectura de nuestra realidad "venezolanista".

La dirección al comprometerse con el trabajo actoral y el desplazamiento escénico, éste surge con absoluta libertad interpretativa por parte del elenco,  logrando un mayor resultado, en el rol de Parol (José Manuel Suárez) y el del propio Actor y Director Javier Vidal. Sin embargo por momentos el hilo secuencial, aportado a través de efectos de sonido e iluminación, anuncian de manera evidente sin sutilezas, la ruptura de una escena con otra… la historia parece contada a través del hilo conductor de múltiples sketches, más largos en su dimensión temporal.

Existen sin embargo escenas, de hondo contenido visual y memorables actuaciones, como la de Juan (Javier Vidal) y Parol (José Manuel Suárez), cuando le enseña el prodigio de "la mar", de la vida y lo prepara con sus observaciones compartidas, a modo de padre que le enseña las claves para afrontar su existencia…en una latmósfera de hondo contenido formativo y ciertamente poético.

El vestuario, obra de Eva Ivanyi, es asumido en contraste, como en contraste son los roles principales. Muy acertado en su paleta de colores, colocando énfasis en la figura de Juan; quien nos acerca al contexto mediterráneo, en el que los tonos neutros, claros, las telas de caída suave, envolventes, como el lino y los algodones, sirven de marco a las sutilezas del personaje. Principalmente el color crudo y blancos, entonan su presencia de profundidad, bohemia y clasicismo. En cuanto a la iluminación, me hizo falta que se produjeran cambios de luz de día, para dar entrada a los despertares… probablemente que fuesen más intensos, considerando que la claridad de una casa frente al mar, en la isla de margarita, es por demás connotativa.

Un aspecto a mi juicio poco justificable dentro del contexto del abordaje de Dirección, es la caracterización que se le  hace Samantha Castillo, para emprender el rol de  "margariteña" , la cual representa a una mujer joven, sin estudios, humilde, aunque no analfabeta. Y a Armando Cabrera, para el rol "Brauni", cuyo trabajo actoral, pareciese no haber superado las exigencias del Director o probablemente, haber trabajado al personaje desde la atmósfera de desenfado. Con una muy conservadora fuerza interpretativa.

Además de la repentina presencia, de lo que se han dado  a interpretar como la materialización del fantasma de la muerte,… cuando un personaje, que más bien parece no justificado, irrumpe para cortar las trinitarias…si el espectador no lee la obra, éste símbolo es poco entendido..

La teatralidad… lo destacable…lo revisable
Parol (José Manuel Suárez).- Repentinamente hace su entrada en la escena transmitiendo al espectador, su esfuerzo en el trabajo gestual y su empatía con el personaje… el cual mantiene hasta el final. Disfrutando y haciéndonos disfrutar de su gracia, gestualidad y acento emocional. Parol es convincente, su presencia fresca en el escenario nos permiten aplausos represados al observar cada expresión convertida en sonido por su necesidad de comunicar. Parol es el personaje que más nos habla sin hablarnos… olvidando por momentos nuestra búsqueda por entenderle o mantener nuestro sentido objetivo,  solamente nos permitimos gozar de su magia.  

Javier Vidal ( Juan).-Un trabajo justo, comprometido, reflexivo, que nos invita a la introspección. Muy contrastante con su contra figura y aunque pudiese parecernos intencional, Javier sobresale en su rol, al cual sólo puede hacerle frente en compañía, José Manuel Suárez.

Hubo momentos en que imaginé, que existe en la dirección el sentido de lograr un efecto en el espectador, como de espejo psicológico. Mantenido por dos memorables actuaciones, que le permiten navegar en sus interpretaciones, frente a otros dos no tan depuradas, que sólo nos hacen reir…para alcanzar así, equilibrio como público en nuestras percepciones.

Samantha Castillo (Luz).- Sorprende el trabajo de ésta actriz en Los Navegaos, si analizamos su éxito como protagonista de la película "Pelo Malo" de la cineasta Mariana Rondón, que resultó ganadora de la Cocha de Oro en el Festival de San Sebastián y se llevó el premio a la mejor actriz en el Festival del Nuevo Cine de Montreal.

Samantha, en muchos momentos pierde el acento de margariteña; por igual, lo que supongo es su intención, de acercar al espectador a la manera rápida como hablan en la isla,  que para muchos de nosotros comunmente no se entiende, Samantha le imprime tanto énfasis a su parlamento, que logra no ser entendida… Yo me encontraba en cuarta fila del  teatro, en posición preferencial, luego de un cambio de asiento que hice, pues me hallaba más atrás y esto lo percibí…

Ciertamente sus dotes histriónicas son evidentes y por momentos, connotativas de su temple escénico y encantadora imagen. Sin embargo, su personaje aunque jocoso y divertido en su gesto, pudiese entenderse más como de una habitante de ciudad cualquiera, que de la isla de Margarita. Obviando  al parecer y reconocer que los  modales de una margariteña pueblerina, son muy marcados y expresivos, su sensualidad es una constante… uniéndola a su franqueza, directa y sin estridencias argumentativas.

Armando Cabrera (Brauni);  ¿?… Armando intenta acercanos a un personaje para el final de sus vidas,  en la vida de una pareja homosexual, que abdica al amor, por cederle paso a la costumbre… aunque al parecer su desempeño en el rol no es comprendido. Brauni, escena tras escena, se repite, llegando por momentos a ser predecible y escasamente convincente. Simplemente al analizar su única escena del llanto comprometido…se denota el abordaje poco profundo del personaje.Al verlo, probablemente la conclusión es que le cuesta mucho en el gesto y la palabra, acercarse a la realidad psicológica de su personaje, o tal vez sea la intención del Director sea, de que Brauni nunca estuviese claro con su condición…

Su participación nos deja claro que, la complicidad no puede ser yuxtapuesta, el sentimiento no puede ser parte sólo de la interpretación del espectador, no todo puede  "un no me jodas"…debe producirse sinergia interpretativa y lenguaje teatral que traspase el proscenio. A pesar de ello, uno imagina su compromiso, aunque el resultado final sea preguntas…Me sorprende por igual, que su manejo actoral en ésta obra, sea tan intimista, si consideramos que en  parlamentos reflexivos, no se puede olvidar que lo que dice, debe procurar una introspección colectiva en el espectador y ésta por lo general surge del verbo intimista, el gesto frugal,  el ritmo apropiado y el compromiso profesional que ha de trascender ante el público.

Ficha Técnica:
Juan           Javier Vidal
Brauni        Armando Cabrera
Luz            Samantha Castillo
Parol            José Manuel Suárez
Producción     Yair Rosemberg / Silvia Vidal
Dirección        Michel Hausmann/ Javier Vidal

La obra está aún en cartelera en el Teatro Trasnocho, Paseo Las Mercedes, Caracas. 
telef: 0212.9931910

Fuente: Lic. Julio C. Alcubilla B.-
Cultura, Arte y Espectáculos

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