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Descubren que el aceite de oliva previene de las infecciones bacterianas

Un grupo de científicos del área de Microbiología de la Universidad de Jaén, dirigido por Gerardo Álvarez de Cienfuegos López, ha descubierto el efecto protector del aceite de oliva en la prevención de infecciones producidas por microorganismos. La investigación destaca las ventajas del 'oro líquido andaluz' frente a otros tipos de grasas presentes en la dieta cuando se trata de prevenir enfermedades en las que interviene el sistema inmune. Este proyecto ha sido subvencionado por un convenio entre la Fundación Citoliva y la UJA.

El aceite de oliva es uno de los pilares de la llamada dieta mediterránea. España, y en concreto Jaén, es el primer productor mundial de aceitunas y, por consiguiente, de la obtención de aceite de oliva virgen y sus derivados. La existencia de esta grasa vegetal se conoce en toda la cuenca mediterránea desde antiguo, y hay pruebas de su uso en Egipto, Creta, Grecia antigua, etc. Este zumo de aceitunas se considera la grasa más saludable, por su gran contenido en ácido oleico y la elevada cantidad de polifenoles (un antioxidante natural). Diversos estudios han demostrado los beneficios del aceite de oliva en la prevención de enfermedades degenerativas como el Alhzeimer, y su actividad contra el envejecimiento. Asimismo, reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, aumentando el HDL o colesterol bueno.

Pero desde hace unos años, a este famoso 'oro líquido' le ha salido un potente competidor, las grasas que contienen ácidos grasos poliinsaturados de la serie omega-3. Éstos son ácidos grasos esenciales que el organismo humano no produce internamente, y que se encuentran en alta proporción en los tejidos de ciertos pescados, como el azul, y en algunas fuentes vegetales como las semillas de lino, los cañamones y las nueces. Se ha demostrado experimentalmente que el consumo de grandes cantidades de aceite que contengan ácidos grasos omega-3, aumenta considerablemente el tiempo de coagulación de la sangre, lo cual explica por qué en comunidades que consumen muchos alimentos con ácidos grasos omega-3 (esquimales, japoneses, etc.) la incidencia de enfermedades cardiovasculares es sumamente baja. Además, la formación de las placas de ateroma, que son células reunidas en la pared del vaso sanguíneo que forman una veta de grasa, tiene en su origen una respuesta inflamatoria, que se ve favorecida por la presencia de altos niveles de colesterol en sangre. De ahí que se asocie un efecto indirecto de la actividad antiinflamatoria de estos compuestos con la actividad protectora de los accidentes cardiovasculares.

Para considerar una población en la que se utilizaran ambas grasas, aceite de oliva y ácidos grasos omega-3, los microbiólogos de la Universidad de Jaén, han analizando los resultados de un trabajo epidemiológico realizado sobre una población esquimal de un pequeño pueblo de Groenlandia. En ese estudio previo, en el que se demostraba que, a pesar de tener una dieta muy rica en grasas de origen animal (pescado), presentaban una baja incidencia de enfermedades cardiovasculares, detectaron que dicha población contaba con una alta incidencia de enfermedades infecciosas, especialmente tuberculosis.

Experimentando con aceites

Estos científicos querían demostrar que aunque ambas grasas, tanto la del aceite de oliva, como la de pescado, rica en ácidos grasos omega-3, tenían la cualidad de prevenir la aparición de enfermedades cardiovasculares, sólo la primera de ellas evita la aparición del efecto inmunosupresor frente a las infecciones bacterianas, que caracteriza a las dietas ricas en lípidos de la serie omega-3.

Para ello, administraron a diferentes grupos de ratones, dietas con aceite de oliva, de maíz y de pescado. Después les inocularon una bacteria patógena tanto para los ratones como para los humanos, Listeria monocytogenes. A continuación, compararon el tiempo de supervivencia de estos animales y determinaron los diferentes parámetros pertenecientes a los mecanismos de defensa.

Los resultados de esta investigación mostraron que los ratones que habían tomado aceite de oliva, a diferencia de los roedores del grupo que había sido alimentado con aceite de pescado, no presentaban una disminución importante en sus mecanismos de defensa frente a la infección bacteriana. Además, su tasa de mortalidad era significativamente mayor que los ratones alimentados con aceite de pescado, incluso muchos de los ratones alimentados con aceite de oliva sobrevivían a la infección.

Seguidamente, analizaron los mecanismos por los cuales se producía el efecto supresor de los mecanismos de defensa frente a las infecciones bacterianas en ambos grupos experimentales. Para ello, observaron la respuesta inflamatoria, que es uno de los mecanismos de defensa del organismo, cuando se produce una infección. Este proceso se activa cuando las células y tejidos afectados liberan una serie de sustancias que atraen a células defensoras procedentes de otros lugares del cuerpo y además favorece que los vasos se dilaten para facilitar la llegada al lugar de la agresión de estas células encargadas de la destrucción de las partículas agresoras. En el caso de los ratones alimentados con aceite de pescado, la intensidad y calidad de esa señal de llamada y reclutamiento de células defensoras estaba muy disminuida.

Para comprobar si el efecto protector frente a infecciones podría mantenerse incluso en una situación de inmunosupresión, es decir, al aplicar determinados medicamentos para inhibir la actividad del sistema inmune, diseñaron un ensayo en el que grupos de ratones fueron sometidos a tratamiento con un agente supresor de la respuesta inmune, capaz de inhibir la potencia y la eficacia de sus defensas frente a infecciones. Posteriormente, inocularon con la bacteria patógena. El resultado obtenido fue que los ratones alimentados con una dieta que contenía aceite de pescado morían muy rápidamente, mientras que los que habían estado alimentados con la dieta rica en aceite de oliva, presentaban tiempo de supervivencia muy altos.

En definitiva, el trabajo ha demostrado que el aceite de oliva tiene, a nivel del sistema cardiovascular, propiedades casi tan buenas como las del aceite de pescado, pero tiene una gran ventaja frente al aceite rico en ácidos grasos omega-3, que no disminuye los mecanismos de defensa frente a infecciones por microorganismos.

Más información: Gerardo Álvarez de Cienfuegos López, Área de Microbiología, Universidad de Jaén, Tel: 953 21 21 64, Email: gcienfue AT ujaen.es

Fuente: Alicia Barea Lara – andaluciainvestiga.com

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