Miscelánea

Pepa Plana, Penélope, una payasa que se inspira en el maravilloso relato de La Odisea de Homero–Cataluña

Dos historias se entrelazan magistralmente, la mujer se hace heroína, le gana a la guerra  de Troya y a su existencia, y entre tanto, inventa el tejido que le permite soñar con el regreso de Ulises y nunca olvidar a Ramón. Una entrevista exclusiva, antecedió a mi observancia en la función de estreno, aquí mis valoraciones. 
Por: Julio C. Alcubilla B. 
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El arte de la improvisación, la selección de las escenas que luego pasan a un lenguaje distorsionado, fabular en torno a una historia épica, un clásico de la literatura mundial en el que en su capa más íntima del abordaje escénico, se  lo inventa todo y se juega a ser Penélope y a la vez, se juega con el público. "Penélope espera por 20 años a su amado Ulises y tiene que tejer, cuando termine el sudario, el que se case con ella será el rey de Ítaca…esperar el amor… Pepa Plana
La apuesta de Cataluña se decanta en su desenlace por un nuevo giro, se cortan las ataduras, hay otro destino para la heroína mítica quien rediseña su nueva odisea. "Tal vez ese giro, esa transformación sea convertirse en ella misma: en una payasa". El universo planeado da vueltas en torno a una máquina de coser, el caballo de Troya del espectáculo español..por allí, todo es posible.
Pepa Plana se afana por igual en tejer la realidad…"El trabajo del payaso comienza con hacer lo que se sabe hace. El primer paso es la mirada, si el payaso no mira no existe y todo lo cuenta con la mirada; trabajo con el dúo para llegar al solo. Pero lo que más me gusta es actuar". Confronta o se desdobla en Pepita, el ama de llaves de la protagonista, logrando encantar al público con esa peculiar y penetrante caída de ojos.  Su trabajo minucioso, nos permite recorrer un viaje de recuerdos, comparaciones del texto de Homero, su propia historia y la magia que se visualiza en cada momento de su representación. Personajes ideados o materializados desde su creatividad a partir de elementos de costurera, nos permitimos dialogar, entre risas y simbolismo semiótico. Escuchamos sus voces, dentro de técnicas del humorismo y las acotaciones escénicas, vocablos cortos y efectivos.
"La Chispa", una mascota muy particular, revestida con identidad de actante, nos permite conjeturar si es el "alter ego" de Penélope, o la conciencia de Helena… su gracia y eficaz manejo personificado, nos proponen el deseo de considerarla viva… El gesto sustituye a la palabra y sus acciones componen perfectas secuencias narrativas. 
Los elementos sonoros,  importante recurso, cumplen una función de vital trascendencia, como lo visual, pues son el hilo conductor de la magia que vemos en el espectáculo.  Su nariz, su maquillaje, sus zapatones y su vestuario crean el lado femenino de la payasa: "Soy Pepa, no tuve ni siquiera que inventarme el nombre. Me gusta que me llamen payasa, no soy un clown, no soy Augusto, soy Augusta y si me dicen clown sólo porque parece más culto, pierdo el género. El payaso no es un actor, es un ser. El actor interpreta un personaje, en cambio el payaso se interpreta a sí mismo, juegas a ser un personaje. Fui actriz durante 10 años, pero ya no quiero serlo. Mi payasa me eligió a mí, fue una revelación, el payaso estaba en mí. No hay un estereotipo femenino, nos tenemos que inventar así que hasta tenemos derecho a equivocarnos!…"- exclama. Por ello vemos en Pepa Plana se reinventa a si misma: no necesita la peluca roja característica de "La Augusta", pues su cabello rojo ensortijado, crespo y hermoso tenor, es prueba convincente que en su interior vive la payasa. Pepa crea y desarrolla su propio maquillaje, su propio vestuario y sus zapatones originales, confeccionados en Barcelona- Cataluña, por un artesano zapatero: "no hay dos iguales, como tampoco hay dos payasas ni payasos iguales".
Penélope, se nos ofrece como una revisión y adaptación colmada de genialidad, creatividad y magia, una divertida versión de la 'Odisea' desde el punto de vista de la esposa de Ulises. Una mujer que espera durante años en la isla de Ítaca el regreso de su marido, y cuyo único entretenimiento es una máquina de coser con la que realizar labores que ahoguen sus penas. Como espectadores, la escena condensa a la guerra de Troya, con sus naves, los soldados y el famoso caballo de madera, gestado a partir de esa máquina de coser. Todos los elementos semióticos o simbólicos, atrapan al espectador en un juego catártico, en el que se impone la risa, el encantamiento y el valor de la actriz. 
Probablemente pudiésemos haber esperado mayor riesgo en su interpretación, quizás mayor arrojo de movimientos, los cuáles se hacen por momentos reiterativos, aunque esto es muy propio del "clown". Sin embargo, Pepa Plana, nos muestra su técnica con acertado acento. Propone hasta cierto punto, un varieté cuenta cuentos, mágico, seductor, recurrente, creativo. Algunos problemas técnicos fueron percibidos, pero resueltos en la escena por su capacidad histriónica. En su representación, las cintas de sus tejidos, el tejido del tiempo, dibuja mágicamente cada locación imaginaria, del barco de Ulises, o Troya. La cotidianidad se dibuja realzada por acciones mágicas de estructura aristotélica. La caja mágica, la máquina de coser, un elemento semiótico y clásico recurso del arte del clown, sirve como catapulta y anclaje perceptivo en el espectador. 
Observamos el trabajo de una payasa y su mensaje creador, una maga  provocadora de emociones, de sentimientos, de sensaciones y especialmente de risa. Nos sumergimos en  su visión del mundo y sus intentos de posarse por encima de los fracasos. Jugamos como espectadores con su niño y con el que llevamos todos dentro, que no tiene tabúes, que disfruta jugando y que quiere ser como los adultos aunque nunca pueda conseguirlo. El "timing" propuesto, que nos ofrece Pepa Plana en su trabajo: mirar y ver, escuchar, estar atento, aprovechar todo lo que ocurre a su alrededor, tener intención, ser claro, no pensar sino accionar, invocar, evocar, provocar…
Formada en el Institut del Teatre de Barcelona, y tras diez años de picotear en varios proyectos como actriz dramática, Plana fundó su compañía para ser clown. "La primera vez que descubrí la máscara fue con el Théatre du Soleil de Ariane Mnouchkine. Luego vi a la suiza Gardi Hutter y me dije que quería ser como ella, pero fue en un taller con Virginia Imaz donde me lancé". Así comenzó su historia como clown, género en el que apenas han destacado las mujeres, pues hay que remontarse a 1835 para localizar a la primera en Inglaterra, Elizabeth Silvestre.

Fuente: Julio C. Alcubilla B.-
ARTES ESCÉNICAS/TEATRO

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