Sociología y comunicación

La nueva televisión

Ya no nos gusta ver la tele o, al menos, no nos gusta verla como lo hacíamos hasta ahora. De hecho, su influencia disminuye día a día y cada vez pasamos menos tiempo ante ella.

Joost.com

Joost.com

Como tantas veces, la clave de esta transformación está en internet. Aún con sus enormes limitaciones técnicas, internet nos permite huir de la triste parrilla televisiva y de la publicidad que tiene asociada, para acceder, en cualquier momento, a los contenidos que de verdad nos interesan.

El prime-time ya no es lo que era. Es cierto que todavía, de vez en cuando, algún acontecimiento consigue congregar en torno a la tele a millones de espectadores, pero con la fragmentación de las audiencias y la competencia de las nuevas plataformas audiovisuales, el prime-time ya no es lo que era. Y nunca volverá a serlo.

De hecho, justo cuando comienza esa franja horaria, los más jóvenes se lanzan a su particular orgía comunicacional. Pantallas y más pantallas se multiplican mostrando contenidos cruzados en diferentes plataformas; del Messenger a Youtube, pasando por Twitter, Tuenti o Menéame. Algún SMS, un par de rondas en un videojuego, un repaso de urgencia a los mails del trabajo, y de vez en cuando, sólo de vez en cuando, una mirada de reojo a la tele…

Babelgum.com

Babelgum.com

Estos jóvenes acceden a los contenidos audiovisuales de un modo muy distinto a como lo hacían sus hermanos mayores. Practican una suerte de zapping elevado a la potencia, en el que los contenidos se muestran de modo fragmentado y no lineal, casi como un hipertexto.

Ellos son los grandes prescriptores sociales y sus hábitos pronto serán los nuestros. Y es que todos tenemos ya, en mayor o menor medida, una mentalidad multitarea.

Zattoo.com

Zattoo.com

De poco sirve cuestionarse acerca de las ventajas o inconvenientes que plantea este modo de acceder a la información. Según cuenta Mashable, actualmente existen al menos 33 maneras diferentes de ver televisión y vídeo por internet. Todas ellas son gratuitas. Destacan el omnipresente Youtube, además de Joost, Babelgum, Stage6, Dailymotion o Zattoo. En español, sitios como Metacafe, ADNStream.tv, Dalealplay y Blip.tv son algunos de los más populares.

Estos sitios son la tele que viene; una tele en la que dejamos de ser televidentes para convertirnos en usuarios o más exactamente, en superusaurios.

La revolución de los contenidos

Los nuevos modos de ver la televisión dan más importancia que nunca a los contenidos. Ellos imponen el ritmo al que baila la sociedad de la información.

En poco tiempo, la programación de las grandes cadenas deberá transformarse casi por completo. Contenidos tradicionales, como el cine, están en caída libre, y los formatos que hace unos años eran la esperanza del sector están completamente agotados.

Los espectadores están hartos de ver los mismos programas una y otra vez. Y a estas alturas, ningún truco sacado de la chistera de los programadores dará ya mucho de sí. Parece que los espectadores demandan un nuevo tipo de programas y las cadenas de televisión no son capaces de ofrecérselos.

Esta situación provoca una enorme frustración en el espectador. Hemos podido observar un buen ejemplo de ello a raíz del lanzamiento de la Televisión Digital Terrestre. Nos prometieron interacción, nuevas experiencias y contenidos adaptados a las características del nuevo medio y al final nos despacharon con la enésima reposición de los mismos programas que se emiten en analógico.

Ante este vacío de talento (o quizás de inversión), los espectadores buscan contenidos interesantes donde quiera que estén, sin importarles en absoluto el medio y la marca que los ofrezca. De hecho, incluso los espectadores de televisión convencional, sólo sienten afinidad hacia determinados contenidos, sin identificarse especialmente con la cadena que los emite.

Y si no encuentran los contenidos que desean, los crean ellos mismos. Más allá de los tópicos acerca de los nativos tecnológicos y la Youtube Generation, hoy cualquier adolescente lleva en el bolsillo un teléfono móvil que le permite grabar y mostrar al mundo aquello que considera de interés.

Basta echar un vistazo a cualquier sitio de intercambio de vídeos para comprobar cómo los espectadores crean y comparten contenidos de todo tipo, desde entrañables celebraciones familiares a vídeos porno amateur.

Con frecuencia, estos contenidos saltan de una plataforma a otra con toda naturalidad. Del móvil pasan a Internet y de allí a la videoconsola, al iPod o de nuevo a internet. Allí donde funciona la Mobile TV, y antes o después lo hará en todas partes, este fenómeno se multiplica exponencialmente.

Los creadores de contenidos profesionales van a tener muchos problemas si se limitan a imitar a los creadores de contenido amateurs. Es preciso buscar nuevas fórmulas capaces de captar la débil atención de los espectadores y esto supone, antes que nada, un enorme esfuerzo de imaginación.

Stage6.com

Stage6.com

La nueva televisión necesita un cambio en el modo en el que se abordan aspectos como la producción o la duración de los programas. En la economía de la atención, los espectadores, como los gourmets, prefieren los menús largos y estrechos. Programas cortos y muy estructurados que puedan ser seguidos con el portátil encendido.

El talento y la imaginación suplen ya a las producciones artificiales y costosas. Un pequeño plató con cuatro trastos puede dar mucho más de sí que un equipo de 30 personas desplazadas durante meses a la enésima versión de La Isla de los Famosos.

Pero más allá de la propia estructura de los contenidos, la búsqueda de formatos más flexibles e imaginativos implica que las grandes cadenas sean capaces de cuestionar su estructura empresarial y el modo en que trabajan. Las pirámides de poder, con los jefes en la cúspide fumando habanos, son el mejor antídoto contra el talento.

Sin embargo, no todo son malas noticias para las grandes cadenas. La nueva televisión ofrece enormes oportunidades de negocio. Aquellos que tengan reflejos suficientes, consolidarán su posición en el mercado y el resto, como ha ocurrido en la industria discográfica o las compañías aéreas, languidecerán hasta ser absorbidos o desaparecer.

Volvemos después de la publicidad…

La transformación de los hábitos televisivos tiene implicaciones económicas especialmente importantes en relación al negocio publicitario. De hecho, los ingresos en Internet de las grandes cadenas generalistas dependen fundamentalmente de la publicidad; un campo que, a pesar de la fragmentación de las audiencias, está experimentando un crecimiento importante.

ADNStream.tv

ADNStream.tv

También en la publicidad, los usuarios reclaman contenidos de interés. Más allá del tradicional bla, bla, bla, los anunciantes deben ofrecer a sus potenciales clientes mensajes dotados de valor añadido.

En este sentido, son cada vez más frecuentes las acciones basadas en contenidos que llegan a través de los propios usuarios. Los resultados son desiguales y junto a auténticos bombazos mediáticos, conviven campañas casi invisibles.

Las nuevas plataformas también favorecen los planteamientos virales. Bien entendido, que por mucho que los publicitarios se esmeren aplicando sus buenas y malas artes en este tipo de campañas, son los consumidores los que dotan a un mensaje de la viralidad que le convierte en un éxito. Campañas como Dove Evolution, Speechless, o We Can son ejemplos de este tipo de planteamientos. No obstante, un simple paseo por Youtube ofrece tal cantidad de propuestas de este tipo que los consumidores comienzan a inmunizarse.

Frente a este tipo de propuestas, la publicidad tradicional en televisión parece experimentar una curiosa huída hacia adelante. Ya nadie soporta la interminable sucesión de spots de 30 segundos con que nos bombardean las cadenas de televisión y sin embargo, eso no es óbice para que algunas cadenas programen bloques de publicidad de hasta 30 minutos.

Incluso en internet, los usuarios están hartos de la publicidad invasiva. Ésta sólo satisface a las propias cadenas, que gracias a una cuestionable medición de las audiencias, se llenan el bolsillo defraudando simultáneamente al anunciante y al espectador.

A la luz de la experiencia, parece que este tipo de comportamientos sólo desaparecerán cuando definitivamente aparquemos el mando a distancia y comencemos a ver la tele a golpe de click.

Fuente: flylosophy.com

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La nueva televisión

Ya no nos gusta ver la tele o, al menos, no nos gusta verla como lo hacíamos hasta ahora. De hecho, su influencia disminuye día a día y cada vez pasamos menos tiempo ante ella.

Como tantas veces, la clave de esta transformación está en Internet. Aún con sus enormes limitaciones técnicas, Internet nos permite huir de la triste parrilla televisiva y de la publicidad que tiene asociada, para acceder, en cualquier momento, a los contenidos que de verdad nos interesan.

El prime-time ya no es lo que era. Es cierto que todavía, de vez en cuando, algún acontecimiento consigue congregar en torno a la tele a millones de espectadores, pero con la fragmentación de las audiencias y la competencia de las nuevas plataformas audiovisuales, el prime-time ya no es lo que era. Y nunca volverá a serlo.

De hecho, justo cuando comienza esa franja horaria, los más jóvenes se lanzan a su particular orgía comunicacional. Pantallas y más pantallas se multiplican mostrando contenidos cruzados en diferentes plataformas; del Messenger a Youtube, pasando por Twitter, Tuenti o Menéame. Algún SMS, un par de rondas en un videojuego, un repaso de urgencia a los mails del trabajo, y de vez en cuando, sólo de vez en cuando, una mirada de reojo a la tele…

Estos jóvenes acceden a los contenidos audiovisuales de un modo muy distinto a como lo hacían sus hermanos mayores. Practican una suerte de zapping elevado a la potencia, en el que los contenidos se muestran de modo fragmentado y no lineal, casi como un hipertexto.

Ellos son los grandes prescriptores sociales y sus hábitos pronto serán los nuestros. Y es que todos tenemos ya, en mayor o menor medida, una mentalidad multitarea.

De poco sirve cuestionarse acerca de las ventajas o inconvenientes que plantea este modo de acceder a la información. Según cuenta Mashable, actualmente existen al menos 33 maneras diferentes de ver televisión y vídeo por Internet. Todas ellas son gratuitas. Destacan el omnipresente Youtube, además de Joost, Babelgum, Stage6, Dailymotion o Zattoo. En español, sitios como Metacafe, ADNStream.tv, Dalealplay y Blip.tv son algunos de los más populares.

Estos sitios son la tele que viene; una tele en la que dejamos de ser televidentes para convertirnos en usuarios o más exactamente, en superusaurios.

La revolución de los contenidos

Los nuevos modos de ver la televisión dan más importancia que nunca a los contenidos. Ellos imponen el ritmo al que baila la sociedad de la información.

En poco tiempo, la programación de las grandes cadenas deberá transformarse casi por completo. Contenidos tradicionales, como el cine, están en caída libre, y los formatos que hace unos años eran la esperanza del sector están completamente agotados.

Los espectadores están hartos de ver los mismos programas una y otra vez. Y a estas alturas, ningún truco sacado de la chistera de los programadores dará ya mucho de sí. Parece que los espectadores demandan un nuevo tipo de programas y las cadenas de televisión no son capaces de ofrecérselos.

Esta situación provoca una enorme frustración en el espectador. Hemos podido observar un buen ejemplo de ello a raíz del lanzamiento de la Televisión Digital Terrestre. Nos prometieron interacción, nuevas experiencias y contenidos adaptados a las características del nuevo medio y al final nos despacharon con la enésima reposición de los mismos programas que se emiten en analógico.

Ante este vacío de talento (o quizás de inversión), los espectadores buscan contenidos interesantes donde quiera que estén, sin importarles en absoluto el medio y la marca que los ofrezca. De hecho, incluso los espectadores de televisión convencional, sólo sienten afinidad hacia determinados contenidos, sin identificarse especialmente con la cadena que los emite.

Y si no encuentran los contenidos que desean, los crean ellos mismos. Más allá de los tópicos acerca de los nativos tecnológicos y la Youtube Generation, hoy cualquier adolescente lleva en el bolsillo un teléfono móvil que le permite grabar y mostrar al mundo aquello que considera de interés.

Basta echar un vistazo a cualquier sitio de intercambio de vídeos para comprobar cómo los espectadores crean y comparten contenidos de todo tipo, desde entrañables celebraciones familiares a vídeos porno amateur.

Con frecuencia, estos contenidos saltan de una plataforma a otra con toda naturalidad. Del móvil pasan a Internet y de allí a la videoconsola, al iPod o de nuevo a Internet. Allí donde funciona la Mobile TV, y antes o después lo hará en todas partes, este fenómeno se multiplica exponencialmente.

Los creadores de contenidos profesionales van a tener muchos problemas si se limitan a imitar a los creadores de contenido amateurs. Es preciso buscar nuevas fórmulas capaces de captar la débil atención de los espectadores y esto supone, antes que nada, un enorme esfuerzo de imaginación.

La nueva televisión necesita un cambio en el modo en el que se abordan aspectos como la producción o la duración de los programas. En la economía de la atención, los espectadores, como los gourmets, prefieren los menús largos y estrechos. Programas cortos y muy estructurados que puedan ser seguidos con el portátil encendido.

El talento y la imaginación suplen ya a las producciones artificiales y costosas. Un pequeño plató con cuatro trastos puede dar mucho más de sí que un equipo de 30 personas desplazadas durante meses a la enésima versión de La Isla de los Famosos.

Pero más allá de la propia estructura de los contenidos, la búsqueda de formatos más flexibles e imaginativos implica que las grandes cadenas sean capaces de cuestionar su estructura empresarial y el modo en que trabajan. Las pirámides de poder, con los jefes en la cúspide fumando habanos, son el mejor antídoto contra el talento.

Sin embargo, no todo son malas noticias para las grandes cadenas. La nueva televisión ofrece enormes oportunidades de negocio. Aquellos que tengan reflejos suficientes, consolidarán su posición en el mercado y el resto, como ha ocurrido en la industria discográfica o las compañías aéreas, languidecerán hasta ser absorbidos o desaparecer.

Volvemos después de la publicidad…

La transformación de los hábitos televisivos tiene implicaciones económicas especialmente importantes en relación al negocio publicitario. De hecho, los ingresos en Internet de las grandes cadenas generalistas dependen fundamentalmente de la publicidad; un campo que, a pesar de la fragmentación de las audiencias, está experimentando un crecimiento importante.

También en la publicidad, los usuarios reclaman contenidos de interés. Más allá del tradicional bla, bla, bla, los anunciantes deben ofrecer a sus potenciales clientes mensajes dotados de valor añadido.

En este sentido, son cada vez más frecuentes las acciones basadas en contenidos que llegan a través de los propios usuarios. Los resultados son desiguales y junto a auténticos bombazos mediáticos, conviven campañas casi invisibles.

Las nuevas plataformas también favorecen los planteamientos virales. Bien entendido, que por mucho que los publicitarios se esmeren aplicando sus buenas y malas artes en este tipo de campañas, son los consumidores los que dotan a un mensaje de la viralidad que le convierte en un éxito. Campañas como Dove Evolution, Speechless, o We Can son ejemplos de este tipo de planteamientos. No obstante, un simple paseo por Youtube ofrece tal cantidad de propuestas de este tipo que los consumidores comienzan a inmunizarse.

Frente a este tipo de propuestas, la publicidad tradicional en televisión parece experimentar una curiosa huída hacia adelante. Ya nadie soporta la interminable sucesión de spots de 30 segundos con que nos bombardean las cadenas de televisión y sin embargo, eso no es óbice para que algunas cadenas programen bloques de publicidad de hasta 30 minutos.

Incluso en Internet, los usuarios están hartos de la publicidad invasiva. Ésta sólo satisface a las propias cadenas, que gracias a una cuestionable medición de las audiencias, se llenan el bolsillo defraudando simultáneamente al anunciante y al espectador.

A la luz de la experiencia, parece que este tipo de comportamientos sólo desaparecerán cuando definitivamente aparquemos el mando a distancia y comencemos a ver la tele a golpe de click.

Fuente: flylosophy.com

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