Miscelánea y otros

La Muerte de la Teoría del Buen Salvaje

La idea de considerar al ser humano que vivía en el mundo natural como un buen salvaje, se inspiró en los descubrimientos coloniales europeos de los pueblos indígenas de América, Oceanía y África.

Según esta teoría las personas no civilizadas eran desinteresadas, pacificas, y tranquilas, no sufriendo de males como la codicia, la envidia y la violencia.

Actualmente, esta teoría sobrevive en la idea de que todos los problemas sociales no son más que defectos subsanables a través de las instituciones políticas y sociales, más que tragedias inherentes a la biología humana.

Pero la realidad es otra, pues la U.C.C.M (unidad cuerpo, cerebro, mente) evolucionó en el mundo natural y como todos sabemos, en él la lucha por la supervivencia jamás fue un problema fácil. Por lo tanto, la U.C.C.M. debía tener  incorporados mecanismos automáticos para poder neutralizar competidores por el territorio, por el alimento, o por una posible pareja reproductiva.

Las historias sobre la existencia de tribus primitivas no violentas no son, en realidad, más que leyendas. Las descripciones que hicieron antropólogos como Margaret Mead de los pacíficos habitantes de Nueva Guinea y Samoa, se basaron en estudios muy superficiales que luego se demostró que eran falsos. Así, el antropólogo Derek Freeman, observó que los "pacíficos" samoanos eran capaces de pegarles a sus hijas o incluso matarlas, si no llegaban vírgenes al matrimonio, o que un jóven poco hábil en el cortejo de las jóvenes, podía violar a una de ellas con el fin de que se fugara con él, y también la familia de un marido engañado podía atacar y matar a la mujer adúltera.

Otro ejemplo similar seria el de Elizabeth Marshall Thomas que describió a los Kung-San, un pueblo habitante del desierto de Kalahary, como gente totalmente inofensiva en un libro que lleva ese título. Pero cuando más tarde otros antropólogos convivieron por más tiempo con ellos, descubrieron que su sociedad tenía un índice de criminalidad semejante al de las zonas urimagenbanas estadounidenses marginales.

Pero además, había otro error que cometieron muchos antropólogos, a la hora de describir como reducido el número de bajas experimentadas por estos pueblos cuando iban a la guerra: 2 muertes en un grupo integrado por 50 guerreros es lo mismo que 10 millones, en un país con el  número de habitantes de Norteamérica.

Por el contrario el antropólogo Lawrence Kelley, consideraba que los pueblos indígenas de América del Sur y Nueva Guinea, se tomaban muy en serio el arte de guerrear, ya que buscaban fabricar las armas más letales que podían, de acuerdo a la tecnología disponible. Y en 1978 la antropóloga Carol Embert, ponía de manifiesto que el 90% de las sociedades cazadoras-recolectoras, participaban de guerras y que el 64% intervenía en una cada dos años.

Crerebro humano mostrando la amígdala cerebral

La amígdala cerebral. Según el sitio donde se la estimule, se puede lograr generar conductas de extrema mansedumbre o de gran agresividad. Es interesante el hecho de que la extirpación quirúrgica de ciertas porciones, en pacientes agresivos que padecían de epilepsia del lóbulo temporal, producía una disminución general de la conducta explosiva y destructiva que los caracterizaba.

La causa de esta alta tendencia a los actos de violencia, innata en la humanidad, está relacionada con una estructura cerebral que se halla ubicada en la profundidad del lóbulo temporal: LA AMÍGDALA CEREBRAL. En nuestra especie tiene un tamaño tres veces mayor que la de los chimpancés y estos animales también se caracterizan por ser muy belicosos entre sí, tanto con individuos no emparentados, como con los de su propio grupo de pertenencia.

Pero la preponderancia de la violencia, ya sea en los entornos naturales o en los urbanos, no significa que nuestra especie solo este guiada por las ansias de dañar o matar al prójimo. Existen, por suerte para nuestra futura supervivencia, razones evolutivas para que los miembros de nuestra especie puedan también convivir en paz. Esto ha sido actualmente demostrado, gracias ha simulaciones en computadoras, que demuestran que la cooperación es también rentable desde el punto de vista de la supervivencia. Esta capacidad de frenar los impulsos evolutivos destructivos amigdalinos, en aras de bien común asienta en una estructura del cerebro humano denominada Lobulos Prefrontales.

Los lóbulos prefrontales

Los lóbulos prefrontales. Son el asiento de las cualidades cognitivas-ejecutivas y éticas del ser humano. Son los que poseen la capacidad de frenar los instintos evolutivos (ya sea disparados por estímulos dolorosos o placenteros), así como de modelarlos, llevándolos de la expresión más primitiva, hacia la más humana.

De este modo, si bien el conflicto entre humanos es de esperarse, también deberá serlo su resolución, y que nos dediquemos a la paz o a la violencia, dependerá de cuál sea la estructura cerebral que esté predominando, en el eterno enfrentamiento entre los Lóbulos Prefrontales y las Amígdalas Cerebrales.

Si bien, por ahora, la batalla parece estar siendo ganada por el villano o el Mal Salvaje (la amígdala), todavía no está dicha la ultima palabra, pues  la entrada en acción de los modernos conocimientos neurocientíficos, puede torcer el resultado  de esta guerra que se lleva a cabo dentro de nuestro mundo interior, al fortalecer el poder de freno que poseen  los Lóbulos Prefrontales, que encarnan, entonces, al Buen Salvaje que también todos llevamos agazapado dentro nuestro.

Lo que sí debe quedar en claro, es que no hay que hacer nada para que el Mal Salvaje cobre vida en nuestra mente, pues ya viene de fábrica totalmente preparado para cumplir con su misión (algo que ha demostrado con creces), mientras que por el contrario, el Buen Salvaje debe ser desarrollado a través de un arduo y prolongado proceso de modelado, que implica muchos años de paciente y dedicada educación (psiconeuroeducacion), que por supuesto será mucho más  poderosa y efectiva en lograr el delicado objetivo de "humanizarnos", cuanto antes sea puesta en contacto con las mentes de las nuevas generaciones, instalándola ya desde las primeras etapas de escolarización, en todos los países del mundo, lo antes posible.

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Fuente: asociacioneducar.com.ar

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