Gremios y organizaciones

La voz del Alzheimer

Antonio Olivo tiene poco más de 50 años y muchos vuelos en helicóptero a sus espaldas.

Era piloto de la Guardia Civil, pero pidió la baja voluntaria. En cuanto notó que ya no estaba preparado para tomar los mandos. Padece Alzheimer y es uno de los usuarios más jóvenes de la Asociación de Familiares de Alzheimer de Valencia, AFAV. Ha cambiado la interpretación de los mapas de coordenadas por la música, que le ha amainado y dulcificado el carácter, según cuenta su mujer.

Todas las mañanas acude al centro de día de la asociación con una ilusión que se traduce en tarareo. Estos días está obsesionado con aprenderse la traducción en español de My way, de Frank Sinatra. «Casi me la sé de memoria», dice con una sonrisa.

Esta letra –que habla de la esencia y reivindicación de uno mismo– forma parte del repertorio que el coro al que pertenece está preparando para el concierto en el que participará con motivo de los actos del Día Mundial del Alzheimer, que se celebra hoy. No es un coro como los demás. Todos sus miembros son enfermos de Alzheimer. Es el único de España y fue bautizado como La voz de la memoria.

La idea nació de Patricia Rosaleñ, una profesora de música y directora de otros coros que estudiaba Integración Social y hacía las prácticas en la asociación. «Pensé que podría dar lo que sabía hacer». Y en marzo del año pasado se puso manos a la obra. Se le unió Salva Fito, el profesor de música que se encarga de las sesiones de musicoterapia.

Las sesiones

Se apuntaron casi todos a la nueva actividad y empezó el trabajo. Dos veces a la semana, este particular equipo se reúne. En las sesiones se trabaja la respiración, para relajar el cuerpo y se realizan ejercicios para centrar su atención. Las protestas y los despistes son habituales en la sala. La repetición de melodías y de las letras de las canciones también son básicas, como el uso de los gestos. «Sobre el escenario no puedo hablar y, además, es más fácil que así recuerden la letra», explica la directora del coro. El estilo de canciones también es amplio: populares, villancicos, un himno gospel o versiones de clásicos americanos. «Han cantando en latín, inglés o en valenciano. ¡La música no entiende de idiomas!», bromea Rosaleñ. Los efectos se notaron enseguida. «Hay gente que no puede hablar, pero sí puede cantar», dice.

Tras varios meses de trabajo, el siguiente paso parecía lógico: preparar un concierto. Fue lo más difícil. «Al principio, las familias fueron muy reacias. Veían la actividad como positiva, pero lo de salir a la calle era otra cosa. Muchas pensaban que no eran capaces», cuenta Ana Morón, directora del centro de día de AFAV.

La idea cayó por su propio peso después de las actuaciones. El más sonado fue el concierto que ofrecieron en el Palau de la Música de Valencia el año pasado, con motivo de la conmemoración del Día Mundial del Alzheimer.  «Cuando acabó el concierto muchos familiares vinieron llorando. Nunca se lo habrían imaginado», relata la directora.

Estos días el equipo está metido de lleno en la preparación de un nuevo concierto para noviembre, pero su objetivo no tiene nada que ver con la fama.  La intención, según su directora,  es que creen un grupo, que tengan una identidad propia, como cualquier otro colectivo. Y que disfruten. «La música les produce placer, les hace sentirse útiles y palía sus despistes y estrés. Les da calidad de vida».

Por eso, este coro es la excusa para mirar a su enfermedad  con otra perspectiva. «Ésta es otra vida y tienen una oportunidad que quizá no se les hubiera brindado nunca. Han experimentado y encima les ha gustado».

Terapias alternativas potentes

Aunque la mayoría de centros apuestan por el trabajo cognitivo –cálculo, memoria, lenguaje u orientación– existen otras terapias muy potentes para frenar el deterioro. Es el caso de la música, que muy pocos pacientes rechazan y que «les aporta mucho a su estado de ánimo», explica la directora de AFAV, Ana Morón. No es el único método. La terapia Snoezelen se centra en la estimulación multisensorial para evocar recuerdos y relajar a los pacientes. El trabajo con animales también es efectivo, ya que los pacientes se muestran menos apáticos y con mayor iniciativa.

Fuente: Begoña Sánchez – adn.es

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