Biociencias

LUCA, no Adán, el antepasado más remoto

La vida empezó cuando ‘nació’ la primera ‘criatura’ compleja, la que logró almacenar su receta genética en ‘su’ ADN posibilitando elaborar proteínas. Aquel singular gen originario dio lugar a las primitivas formas simples de vida, probablemente las bacterias. La vida consistía, y consiste, en la interacción de dos sustancias químicas: ADN y proteínas. Una de ellas no puede existir sin la otra.

El ADN representa la información, la replicación, la procreación, el sexo: Lo que los biólogos llaman «genotipo». Las proteínas representan la química, la vida, la respiración, el metabolismo, la conducta: lo que los biólogos llaman el «fenotipo». Las palabras de tres letras del código genético fueron y son las mismas en todas las criaturas de todas las especies. Por ejemplo, CGA siempre significa arginina y GCG siempre significa alanina: Tanto en los seres humanos y las bacterias, como en los murciélagos y los gusanos, los robles y los pingüinos…, etc. Incluso significan siempre lo mismo en los virus y en las llamadas ‘arqueobacterias’ que habitan, a temperaturas muy elevadas, en manantiales sulfurosos o a miles de metros de profundidad en los océanos. Los genes se ‘replican’ y, al hacerlo a veces se producen errores. En ocasiones se puede pasar por alto una letra o se introduce una equivocada; a veces se duplican, se invierten o se omiten frases enteras o párrafos completos. Todos estos ‘errores’ se denominan “mutaciones”. Algunas mutaciones son inocuas e intrascendentes, es decir no son perjudiciales ni beneficiosas; otras mutaciones son fatales.

Aquella compleja criatura primigenia, ‘bautizada’ con el nombre de Luca, sería el origen único de la vida. LUCA es el  acrónimo en lengua inglesa de “Last Universal Common Ancestor”. Luca, traducido al español significa “el más antiguo ancestro común universal”. Parece un cuento, ¿verdad? -Sí, pero se trata de un ‘cuento científico’ respaldado por la existencia de ‘fósiles’ moleculares, es decir unos pequeños fragmentos de ARN que han sido observados, dentro del núcleo de ‘nuestras’ células, haciendo ‘splicing’ fuera de los genes. (La palabra inglesa splicing no tiene en idioma español una palabra equivalente. Significa, nada menos que “el proceso de eliminar sectores de nucleótidos inútiles y enseguida unir los extremos libres del ARN”. Algo así como recortar y desechar los recuadros que se han ‘velado’ en una cinta fotográfica para luego unir los extremos rotos, antes de hacerlos revelar.)
Un dato importante es que las bacterias no poseen ninguno de esos fragmentos de ARN, de modo que, por lógica, debemos suponer que ellas los abandonaron y no que nosotros (la especie humana) los hemos creado. ¿No os recuerda esto, la diferencia en el número de cromosomas entre humanos y chimpancés?

En los tres mil millones de años después de LUCA la vida construyó billones de billones de criaturas unicelulares en incesantes tanteos que, desde Darwin, les llamamos “la selección natural”. Andando el tiempo, hace unos mil millones de años se produjo una explosión repentina de criaturas enormes, de gran complejidad. Cuanto más grandes eran los animales que existieron, más complejos se volvieron algunos de ellos. Los cerebros de los animales mejor dotados fueron creciendo en cada era geológica sucesiva, desde el Paleozoico, Mesozoico, Cenozoico… hasta la era actual.

Hace unos diez millones de años vivieron en África, al menos dos especies de simio: una era el ancestro del gorila, y la otra el antepasado común del chimpancé y del ser humano. En algún momento, a lo largo de los cinco millones de años siguientes, el ancestro del gorila se aisló de los genes de otros simios y habitó las selvas montañosas. La otra especie ancestral dio origen a otras dos especies descendientes distintas: chimpancés y humanos. Sin duda, cinco millones de años es mucho tiempo en nuestros calendarios de uso cotidiano, pero es poco en términos de evolución generacional. En este caso han transcurrido menos de trescientas mil generaciones humanas desde que el antepasado común de ambas especies ¿El eslabón perdido? Vivió en el África central. Esas 300.000 generaciones pueden ‘comprimirlas’ las bacterias en sólo 25 años.
 

Por los indicios hallados en la estructura de los genes se sabe ahora que los humanos fueron inicialmente una población pequeña, pues hay mucha menos variación aleatoria en el genoma humano que en el genoma de los chimpancés. Probablemente, debido a algún fortuito cataclismo, nuestros remotos antepasados tuvieron que sufrir un aislamiento muy prolongado y, al estar obligados a reproducirse de modo endogámico, este grupo de simios, prehomínidos, compartió una gran mutación: dos de sus cromosomas se fusionaron en uno solo, y en lo sucesivo sólo pudieron procrear entre individuos de su misma especie. Lo que siguió, está lúcidamente explicado por la teoría de la evolución de las especies y la selección natural, de Charles Darwin.

Y para terminar este relato, qué mejor forma de hacerlo que recordando lo que dejó escrito Erasmus Darwin, el abuelo de Charles, una brillante conjetura que se acercó asombrosamente a la verdad de hoy:

Como la tierra y el océano debieron estar poblados de productos vegetales mucho antes de la existencia de los animales, y numerosas familias de estos animales mucho antes que otras familias de éstos, ¿podemos, entonces, suponer que sólo un mismo tipo de ‘filamentos vivientes’ es y ha sido la causa de toda la vida orgánica?”.

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Fuente: Julio – juzari.com

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