Cine y Video

La quintaesencia del detectivismo cerebral ahora a puño limpio

Sherlock Holmes es uno de esos personajes literarios que apenas precisan de una extensa presentación. Su nombre, y la fama que le precede, hablan por sí mismos, haya uno leído o no sus historias.

Creado hace ya más de un siglo por Sir Arthur Conan Doyle, el avispado detective ha tomado cuerpo en el cine y la televisión en infinidad de ocasiones, con mayor o menor acierto dependiendo de la visión que cada uno de sus responsables ha querido mostrar al público.

Por eso no es de extrañar que cada década, o digamos, cada generación, haya tenido su propia versión de Holmes. Motivo éste por el que los más puristas (y un servidor podría considerarse como tal) no deberían escandalizarse ahora ante 'Sherlock Holmes', con un Holmes mucho más físico del que estábamos acostumbrados a ver.

Con cada reinterpretación del personaje, éste se ha ido alejando cada vez más de la fuente original, y de las adaptaciones propiamente dichas (ya con sus respectivas licencias), se ha pasado a películas en las que su nombre se ha prestado a tramas creadas especialmente para la ocasión.

Así es como hemos tenido a Holmes como paciente -debido a su adicción a la cocaína- del mismísimo Sigmund Freud en 'Elemental, doctor Freud', o la desmitificación del brillante detective a través de 'Sin pistas', película británica en la que Watson era el perspicaz investigador y Holmes su patoso ayudante.

Incluso el gran Billy Wilder se atrevió a ironizar sobre sus infalibles cualidades detectivescas e incluso sobre su sexualidad en la, sin embargo, fallida 'La vida privada de Sherlock Holmes' (no obstante, reivindicada hoy día por algunos fans del maestro).

También tuvimos a la pareja Holmes y Watson en plena edad adolescente en esa joyita ochentera titulada 'El secreto de la pirámide', cuando jamás compartieron aula en la universidad (se conocieron mucho más tarde, como bien sabrá el buen lector).

Pero, además, el cine y la televisión también se han encargado de dar una imagen un tanto equivoca de ambos personajes, pues incluso la característica vestimenta de Holmes es más producto de las ilustraciones que acompañaban sus relatos que de una descripción propia de Doyle.

Por no hablar de la recurrente frase 'Elemental, querido Watson', que ha sido explotada hasta la saciedad, y que de ser citada en los relatos (mi memoria no alcanza a recordarlo), sería de forma aleatoria y puede que sin esas palabras exactas (y sin llegar a considerarse nunca una frase habitual del personaje, claro).

Por tanto, que aquí tengamos a un Sherlock Holmes y un Dr. Watson dando –y recibiendo- mamporros a diestro y siniestro, tampoco debería sorprendernos demasiado, más si esto se basa una novela gráfica de un tal Lionel Wigram, quién simplemente se ha limitado a utilizar y reinventar los personajes de Doyle a su antojo.

La historia de este 'nuevo' Sherlock Holmes (Robert Downey Jr.) sigue transcurriendo en el Londres de finales del s. XIX, y éste continúa viviendo en el 221B de Baker Street junto a su amigo el Dr. Watson (Jude Law), quién pronto abandonará la residencia debido a su compromiso con su actual pareja Mary (Kelly Reilly). Pero antes de que eso ocurra, ambos deberán, una vez más, prestar sus servicios a la policía para intentar resolver un misterioso caso que tiene desconcertado a todo el mundo.

Tras ser capturado por el mismo Holmes, el temible asesino Lord Blackwood (Mark Strong) es condenado a la horca, para luego, supuestamente, volver de entre los muertos y seguir cometiendo sus satánicas fechorías.

Tan inexplicable resurrección trae de cabeza a la policía, y lo que es peor, causa un profundo temor entre la población. Por ello, el detective Holmes, con la inestimable ayuda de su fiel amigo y compañero el Dr. Watson, seguirá las pistas que dejan los asesinatos e intentará averiguar qué pérfido plan se esconde detrás de tanta muerte; y por supuesto, tratará de detener a Blackwood antes de que éste logre su propósito.

Entretanto, un antiguo amor de Holmes, Irene Adler (Rachel McAdams), aparecerá en escena bajo los servicios de un misterioso personaje, cuya identidad no nos será revelada hasta su debido momento.

Después del fiasco de 'Barridos por la marea', a Guy Ritchie parecía costarle horrores levantar cabeza, y su regreso al género del thriller con 'Revolver' (una aberración de proporciones mastodónticas que no recomendaría ni a mi peor enemigo), no dió el resultado esperado y tampoco auguraba un futuro mejor.

Entonces llegó 'Rockanrolla', que aunque estaba muy lejos –para mí- de sus primeros trabajos y no tuvo mucha suerte en taquilla, por lo menos entretenía y dejaba claro que al director aún le quedaba algo que ofrecer a su público.

La oportunidad de volver por la puerta grande le ha llegado con esta reinvención de Sherlock Holmes, que en menos de un mes ya lleva recaudado el triple de su presupuesto, por lo que la secuela está más que asegurada (y más con un desenlace que da pie a ello).

Aún sujeto a las condiciones del mainstream hollywoodiense, y adaptando una historia ajena, Ritchie consigue dejar, para goce de sus seguidores, su impronta personal a lo largo de toda película, pero sin perder de vista el amplio público al que va dirigido este producto de entretenimiento.

Amoldado pues, a unas exigencias más comerciales, Ritchie no ha perdido sus señas de identidad, y lo que es mejor, éstas enriquecen enormemente el relato, haciéndolo muy apetitoso para al espectador ávido de buenas y espectaculares aventuras detectivescas.

Por supuesto, aquí tenemos a un Watson y a un Holmes más activos que nunca a nivel físico; corriendo arriba y abajo, salvándose por los pelos de explosiones y disparos, y peleando a puño limpio contra el enemigo. Y aunque ya conocíamos las habilidades en la lucha de Holmes, aquí esta faceta se explota al máximo no sólo en sus enfrentamientos con los malos de turno, sino también en combates clandestinos (algo que les reporta a ambos unos beneficios extra).

Aparte, y eso es algo que personalmente me agrada bastante, las coreografías aprovechan todo objeto, punzante o no, que esté al alcance de los personajes, incluyendo el decorado mismo. De este modo, las peleas resultan más imaginativas.

Pero si algo me ha sorprendido muy gratamente, es comprobar cómo la película no abandona el misterio y el suspense propios de las novelas.

Y es que aunque el tráiler apuntaba a algo más explosivo y efectista de lo deseado, lo cierto es que el equilibrio entre la pirotecnia y la mera trama detectivesca está muy bien solventado.

De hecho, se obliga al espectador a estar atento a todos los detalles para no perder el hilo de la historia, y Holmes sigue recurriendo, sin falta, a sus deducciones para atrapar a los malhechores, utilizando los puños sólo cuando al situación lo requiere (o bien para entrar en acción o bien para defenderse de los secuaces de Lord Blackwood en el transcurso de la investigación).

Por tanto, tenemos un guión que se sustenta en grado sumo en la investigación que llevan a cabo Holmes y Watson, dándole la espectacularidad que requieren los nuevos tiempos, y presentando unos detectives que, sin abandonar algunas de sus clásicas características, se nos muestran mucho más socarrones y dicharacheros de lo habitual.

La química entre ambos, a lo clásica 'buddy movie', es de lo mejor de la película, tratando con acierto una relación de amistad, lealtad y respeto mutuo que casa perfectamente con la idea que siempre nos presentó Doyle en sus novelas (novelas a las cuales hay alguna que otra referencia).

En una producción de este calibre, comentar la ambientación es puro trámite. Obviamente, ésta está lograda, con unos adecuados decorados que se fusionan a la perfección con los efectos digitales de rigor, los cuales nos permiten una visión más amplia de la ciudad.

Además, las localizaciones son muy acertadas y eso nos hace disfrutar de algunas secuencias visualmente muy atractivas -la del puerto y la del puente, las mejores- en las que desarrollar algunos de los momentos culminantes de la historia.

En cuanto a las actuaciones, destacar por encima de todos a Downey Jr., presentando a un Sherlock Holmes desaliñado y socarrón, al que le gusta presumir de sus conocimientos en cuanto tiene la mínima oportunidad (la herencia de su Tony Stark adaptada al detective londinense).

Y como ya he comentado antes, además de su cerebro, aquí utiliza sus puños, pero también sigue tocando el violín (aunque pesimamente, eso sí), fumando pipa, utilizando disfraces, fijándose en los detalles y sintiendo una profunda debilidad por Irene Adler, la única mujer que ha logrado engañarle. El tema de su adicción a la cocaína se toca de forma muy sutil (su aspecto se justifica más por la dejadez que por la citada adicción).

Jude Law rompe también con la imagen clásica que Watson ha lucido desde siempre en el cine. Aquí ni bajito ni regordete, y tan avispado y dispuesto a la acción como su compañero. El doctor sigue escribiendo sobre sus aventuras pero sin narrarlas en primera persona; y por supuesto, es leal a Holmes pase lo que pase.

Sobra decir que es más aconsejable disfrutar de sus actuaciones en versión original, ya que en el doblaje se perderá por completo su acento inglés (a Law le viene de fábrica, pero a Downey Jr. tampoco le cuesta imitarlo porque es un crack).

Mark Strong repite con Ritchie tras Rocknrolla, y de nuevo como villano de la función (con ciertas reminiscencias masónicas, por cierto), papel que ya ha desempeñado en varias ocasiones y que ya tiene dominado a la perfección. Lo malo es que eso termine por encasillarlo –si no lo ha hecho ya- como le ocurrió a Sean Bean.

Por su parte, Rachel McAdams ejerce de femme fatale; y aunque juega con Holmes como quiere, lo cierto es que no puede evitar sentirse atraída por él. Y es que sin un poco de romance -para nada empalagoso- en la trama, a la película le faltaría 'algo'.

El resto cumple de sobras con su función, aunque hubiera agradecido una presencia mayor de Mary/Kelly Reilly, la prometida de Watson.

Mención aparte merece la curiosa partitura que ofrece Hans Zimmer. Bastante irreconocible dentro de lo que es su estilo y sus habituales composiciones. Aquí Zimmer ha experimentado bastante con violines, banjos, acordeones y demás, y de un modo ciertamente cómico, como en el leitmotiv de la película.

Es de agradecer que haya tratado de hacer algo diferente y original, y aunque no vaya a ser del gusto de todos (ha sido una apuesta arriesgada por su parte), lo cierto es que le da un toque especial que a mí, francamente, me ha dejado buen sabor de boca.

En definitiva, Sherlock Holmes es un divertido y bien engrasado entretenimiento.

Sherlock Holmes, trailer
[FLASH]274[/FLASH]

Poco más de dos horas en las que dejarse llevar por el espectáculo detectivesco y aventurero que nos presenta un Ritchie en plena forma. Y es que a diferencia de otros, aquí el director no confunde agilidad con precipitación, y sabe desarrollar la trama con buen ritmo y con las dosis suficientes de acción para contentar a los más palomiteros.

Si se aceptan los cambios, uno puede disfrutar sin problemas de este nuevo Sherlock Holmes. Por lo pronto, aquí uno que se apunta a la más que evidente secuela.

Fuente: David Ribet (Pliskeen) – tublogdecine.es

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba