Miscelánea

La divulgación científica y nuestras responsabilidades

Si escribiéramos un ensayo titulado "Breve historia del escepticismo contemporáneo", seguramente debería contener esta reflexión: "Cuando pasan los años y un mensaje no se comprende, un concepto no se capta y una manera de pensar no llega a transmitirse… ¿De quién es la responsabilidad? ¿De quien no lo recibe o de quien lo emite?".

Es indudable que, en la difusión del pensamiento crítico y de la mentalidad científica, el costado más agrio y difícil es contraponerse a las creencias populares, objetar aquello en que se cree masivamente, desafiar lo establecido por algún gurú, sacerdote, profeta o, simplemente, poner en duda lo que cree la mayoría de la gente. También hay que lidiar con la poderosa influencia de los llamados "formadores de opinión", volcados a la generación de las máximas ganancias explotando los rincones más sensibles del "consumidor", es decir, de la gente.

Ciertamente, sería más cómodo permanecer puertas adentro, como hace buena parte de la comunidad científica -que no parece advertir que la indiferencia es la peor estrategia-, y esconder la cabeza con la ingenua excusa "no hay tiempo para perder en tonterías". Pero no se justifica elegir la estrategia "menos mala" y dejar a un lado los conocimientos existentes en materia de comunicación, hiriendo de muerte a la divulgación científica popular. No lo perdamos de vista: el divulgador científico debe ser, ante todo, un comunicador.

Portada de la primera edición de la revista Pensar

Portada de la primera edición de la revista Pensar (2004)

El escéptico es portador de imagen: Se lo llama "negador", "refutador" y a veces hasta "inquisidor" (esperemos que no se llegue a "bright") (1). El pseudocientífico, en cambio, logra inclinar la balanza a su favor en un debate público. ¿Por qué? Se han esgrimido varias explicaciones, pero hay una bastante razonable: El charlatán dice lo que el público quiere escuchar mientras que el escéptico hace todo lo contrario.

¿No habrá llegado entonces la hora de probar otras alternativas en un medio tan difícil y a la vez tan poderoso como la televisión? ¿Se puede decir algo antipático de forma que resulte digerible para un público ávido de creer? En efecto, hay que esforzarse al máximo para intentar nuevas formas de llegar a quien todavía no captó, o no logró captar (algunos dirán "no quiso captar") el nudo del pensamiento crítico y de la investigación desprejuiciada. Descubrimos que hay excelentes antecedentes cuando escuchamos a Carl Sagan, Arthur C. Clarke y otros extraordinarios divulgadores de esa aventura del conocimiento que es la investigación científica.

La tarea, por lo tanto, es doble: Dedicarnos a la investigación y análisis del fascinante mundo mágico, y por otro lado, saber comunicar nuestras ideas. A la hora de hacerlo, deberíamos tener en mente las siguientes preguntas: ¿Por qué pensamos que el mundo sería mejor si fuéramos más racionales, después de todo? ¿Para qué sirven el juicio crítico y la investigación? ¿Qué aportan al bienestar general? ¿Por qué tendríamos que adoptar el librepensamiento, el naturalismo o el escepticismo? No basta con estar convencido: tenemos que poder responder a estas preguntas frente a una audiencia, tenemos que saber explicarlo, tenemos que comunicar. ¿En cinco minutos? Sí, en cinco minutos… ¿O cuánto nos da la televisión?

Es cierto que hay otros instrumentos a nuestra disposición y, precisamente, PENSAR se agrega a la lista de medios que intentan llevar al público lector una alternativa frente al bombardeo sensacionalista, sin por ello encerrarse en un ghetto elitista, aislado del lenguaje, la imagen, y el mundo cotidianos.

Alejandro J. Borgo, Director de la revista Pensar

Alejandro J. Borgo, director de Pensar

Recuerdo que me enteré por primera vez de la existencia de una organización escéptica en 1985 a través de un diario local, y, en mi álbum de recortes, lo subtitulé "Un respiro en la tormenta". La noticia daba cuenta de la existencia del CSICOP, un comité fundado por reconocidas personalidades de la ciencia y la filosofía.

Trece años más tarde, en 1998, llegué hasta la sede de la organización en los Estados Unidos, y les propuse a Paul Kurtz y Barry Karr -Presidente y Director Ejecutivo respectivamente- la creación de una revista en español. Casi 6 años después de aquella primera visita, el proyecto se concretó. Con representantes de varios países de Latinoamérica, con la colaboración de los amigos españoles, más otros colegas residentes en distintos rincones del globo, y los propios integrantes del CSICOP, hemos plasmado este proyecto, PENSAR, lanzado para todo el mundo de habla hispana. Deseo hacer un reconocimiento especial a Kentaro Mori y demás colegas de Brasil quienes, a pesar de no pertenecer a un país de habla hispana, apoyaron la iniciativa haciendo posible que esta nación sudamericana tan importante pueda participar en nuestra publicación.

En el primer número de PENSAR, ofrecimos informes de varios países latinoamericanos que trazan un panorama previsible: Sea a través de las religiones tradicionales o de la más liviana Nueva Era, la gente cree en lo sobrenatural y en lo paranormal. Hay una firme y mayoritaria creencia en otra realidad, otro mundo, dimensión o reino, donde suceden cosas fantásticas que desafían la razón y están más allá del mundo visible y palpable. Si bien cada país tiene sus particularidades, la situación es pareja en todo el continente, desde la Patagonia hasta México: Astrología, tarot, exorcismos, vida después de la vida, milagros, parapsicología, cultos, terapias alternativas, leyendas urbanas, ovnis, secuestros interestelares y toda la gama de pseudociencias, rituales, credos y "técnicas" se conjuran y conjugan para aliviar la pesada carga de la vida cotidiana, para darle sentido a la vida, o para disfrutar de una realidad un poco más agradable. También para usar "chivos expiatorios" o trasladar responsabilidades: "El que cura no soy yo, es Dios", "no lo hizo a propósito sino porque está poseído" o "los astros lo quieren así". No es menos importante la utilización de esta veta por parte de los medios masivos: Inauguramos la columna Controversia con la nota "¿Son las mujeres el blanco preferido de los pseudocientíficos?", en la cual Ana Barbosa y Widson Porto Reis aportan algunos datos y opiniones para empezar la polémica.

Igualmente controvertidas resultan algunas advertencias y alarmas proferidas por grupos ecologistas sobre el futuro inmediato de nuestro planeta. En la columna "Contracorriente", Sami Rozenbaum nos hace llegar el contenido de "Reporte Tierra", una obra de varios autores que hace pensar y nos sorprende con afirmaciones que difícilmente aceptaríamos a primera vista.

En "Dos mundos en conflicto: Creacionismo y evolución en Argentina", Juan De Gennaro nos muestra cómo, pese al contundente avance científico, todavía hay rastros de influencias religiosas preocupantes en la elaboración de los programas educativos. Ángel M. Nieves-Rivera ha hecho un detallado análisis de las evidencias que señalan a los anillos de hongos como responsables de supuestas visitas extraterrestres en "OVNIS vs. Hadas: la hermandad de los anillos". El "sudario" de Turín también ha sido objeto de interminables discusiones en cuanto a su autenticidad, así que Hernán Toro nos presenta el resultado de los estudios realizados y de concienzudas conjeturas que deberíamos hacer al examinar las "evidencias". Hablando de evidencias… ¿no escuchó Ud. alguna vez que usamos sólo el diez por ciento de nuestro cerebro? La frase suena contundente y atractiva, ya que nos despierta la inquietud y de paso nos consuela: ¿cómo explicar, si no es apelando a misteriosas capacidades, todo ese excedente de masa inútil dentro del cráneo? Benjamin Radford expone cuánto se sabe sobre el tema en "El mito del diez por ciento".

También contamos con reseñas de libros, humor y noticias breves en forma de "Pastillas" que nos cuentan hechos curiosos, extraños, o de interés para el lector inquieto. Esperamos poder satisfacer las expectativas de nuestros lectores.

(1) Recientemente, Paul Geisert y Mynga Futrell, con la adhesión de Richard Dawkins y Daniel Dennet, han propuesto el término "bright" (brillante) para etiquetar a escépticos, librepensadores, agnósticos y ateos, presuntamente con el objeto de usar una palabra libre de connotaciones negativas… Su supuesta utilidad deja muchas dudas, abriendo un debate tal vez innecesario.

(*) Sobre el autor
Alejandro Borgo es periodista y escritor. Desarrolla una activa labor de divulgación del pensamiento crítico en diversos medios de comunicación en la República Argentina.

Fuente: Alejandro Borgo (*) – pensar.org

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