Miscelánea y otros

¿Es la leche animal adecuada para el consumo humano?

La leche animal y sus derivados (nata, natillas, yogures, helados, batidos, quesos, etc.) se encuentran entre los alimentos de mayor consumo del mundo. Se alaban sus propiedades nutritivas, lo ricos que son y lo imprescindibles que resultan para mantener los huesos sanos, merced a su riqueza en proteínas, vitaminas y minerales, especialmente el calcio. Pero, ¿Es eso verdad o más bien se trata de productos en el mejor de los casos inocuos, peor aún, insalubres causando diversas patologías?

El humano es único ser vivo que ingiere leche procedente de otro animal, y el único mamífero que consume en blanco líquido pasado el periodo de lactancia. Lo hacemos a pesar de saberse que la leche que produce cada mamífero es específica para su especie y que la naturaleza la ha hecho idónea para las necesidades de su cría y no para las de otra.
Es más, la madre Naturaleza previó que los mamíferos obtengan la leche directamente de las mamas de sus madres sin contacto con agente externo alguno, ya que se trata de una sustancia que se altera y contamina con gran facilidad.
Los humanos, sin embargo, convencidos que es sano seguir tomándola siendo ya adultos, hemos obviado las reglas de la naturaleza para poder mantener el hoy preciado líquido en condiciones adecuadas de consumo.

Sin embargo, son muchas las evidencias que sugieren que la leche puede ser la causante de muchas dolencias que hoy nos aquejan.

Hay que recordar que la composición de cada leche varía en función del animal, de la raza, del alimento que haya recibido, de su edad, del periodo de lactancia, de la época del año y del sistema de ordeño, entre otras variables. Y, si bien su principal componente es el agua, su presunto interés nutritivo radica en que además contiene grasas (ácidos grasos saturados y colesterol), proteínas (caseína, lactoalbúminas y lactoglobulinas), hidratos de carbono (lactosa, fundamentalmente), vitaminas (cantidades moderadas de A, D y del grupo B) y minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio). Las proporciones dependen de muchos factores, incluyendo de manera significativa del tratamiento que se haya dado a la materia prima. Por ello no contiene la misma grasa la "leche entera" que la "leche descremada". Ahora bien, ¿Es realmente saludable ingerir leche y productos lácteos?

El problema del calcio

La razón fundamental por la que los nutricionistas occidentales -no así los orientales- recomiendan tomar leche y sus derivados es porque la consideran muy nutritiva y especialmente rica en calcio, agregando que la ingesta periódica de ese mineral es imprescindible para mantener la salud, sobre todo la de los huesos. Bajo ese convencimiento muchas personas beben cantidades importantes de ella al punto de que algunas -es el caso de muchos de norteamericanos- prácticamente la toman en lugar de agua. Sin embargo, es precisamente en Estados Unidos, el mayor consumidor mundial de leche, donde más incidencia de osteoporosis hay entre su población. ¿Alguien puede explicar razonadamente tan singular paradoja?

Lógicamente no puede extrañar que cada vez más expertos alcen su voz abiertamente afirmando que la leche y sus derivados no sólo no son alimentos adecuados para el ser humano, sino que ni siquiera constituyen una buena fuente de calcio, porque una cosa es la cantidad de ese mineral presente en ella y otra muy distinta su biodisponibilidad. Además está por ver si la necesidad de él que precisa el organismo es la que publicitan las empresas lácteas.

Resultan ilustrativos a ese respecto los resultados del estudio realizado sobre 78.000 mujeres de 34 a 59 años, llevado a cabo durante 12 años por investigadores de la Universidad de Harvard en Estados Unidos, y posteriormente publicado en el American Journal of Public Health (en 1997). Las conclusiones de este trabajo desmienten la tesis de que un mayor consumo de leche u otras fuentes alimenticias de calcio, por mujeres adultas, las proteja de fracturas propias de la osteoporosis como son las de cadera o antebrazo.

También es oportuno recordar el Proyecto Cornell Oxford-China de Nutrición, Salud y Medio Ambiente; iniciado en 1983 con un estudio pormenorizado de los hábitos cotidianos de 6.500 habitantes de 65 provincias dispersas de la China rural;  ya que constituye una de las investigaciones más rigurosas y concluyentes efectuadas en materia de salud. Tal trabajo comprobó que las mujeres que no tomaban leche de vaca –siendo su único alimento el arroz, los vegetales, la soja y sus derivados- no padecían osteoporosis. Al mismo tiempo, en estas mismas poblaciones disminuían los niveles de calcio y aumentaba la incidencia de la osteoporosis, si dejaban esa dieta e introducían la leche de vaca.

Igualmente, gracias a las investigaciones llevadas a cabo por el doctor John McDougall -médico nutricionista del St. Helen's Hospital de Napa (California, Estados Unidos)- sabemos que la mujeres de la etnia bantú no toman leche, pero sí calcio procedente de fuentes vegetales, sin embargo no padecen osteoporosis,  pesar de que tienen una media de 10 hijos y los amamantan durante largos periodos.

Otro ejemplo de la relación entre leche y osteoporosis lo constituye el trabajo del doctor William Ellis, ex presidente de la Academia Americana de Osteopatía Aplicada, quien estableció que las personas que toman de 3 a 5 vasos de leche diarios presentan niveles más bajos de calcio en sangre. El Dr. Ellis sugiere que tomar mucha leche implica ingerir grandes cantidades de proteínas lácteas y éstas producen un exceso de acidez, que el organismo intenta compensar mediante la liberación de minerales alcalinos.

En esa misma línea se expresa un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, donde afirman que el exceso de proteínas de la leche es uno de los factores más importantes en el avance de la osteoporosis. En dicho estudio -publicado ya en 1983- se demostraba que, hasta la edad de 65 años, las mujeres que no toman leche y son vegetarianas tienen un 18% de pérdida de hueso, mientras las omnívoras padecen una pérdida ósea del 35%.

Otros estudios más recientes (*) muestran que con una ingesta de 75 gramos diarios de proteína láctea se pierde más calcio en la orina del que se absorbe a través de la dieta.
A todo esto hay que añadir que la relación calcio/fósforo de la leche de vaca no es adecuada para el ser humano, pues su contenido es demasiado elevado en fósforo, provocando una indeseable acidificación del organismo.

La opinión de Jean Seignalet

También el finado doctor Jean Seignalet -hematólogo, inmunólogo, biólogo, catedrático de Medicina de la Universidad de Montpellier durante muchos años y autor de más de doscientas publicaciones en prestigiosas revistas médicas- denunció en su obra La Alimentación, la 3ª Medicina, que muchas patologías y la proliferación actual de otras se debe básicamente a cinco razones: El consumo de cereales domésticos, la ingesta de leche animal y sus derivados, la cocción de los alimentos, el refinado de los aceites y la contaminación alimenticia, con la consiguiente carencia de vitaminas y minerales.

En lo que a la leche se refiere, el afamado médico afirma: "Muchas personas piensan que prescindir de la leche puede provocarles pérdida de calcio y problemas como la osteoporosis, pues la televisión, la prensa y la mayoría de los médicos repiten que la solidez de los huesos depende de su cantidad de calcio y sólo el consumo diario de productos derivados de la leche puede aportarles en cantidad suficiente ese precioso calcio. Sin embargo, yo digo firmemente que NO. El peligro de la falta de calcio es una ilusión. Es cierto que la leche de vaca es rica en calcio pero una vez en el tubo digestivo humano la inmensa mayoría del mismo es precipitado en forma de fosfato de calcio y expulsado a través de las heces fecales. Sólo una pequeña parte es absorbida. El calcio asimilable es aportado en cantidad más que suficiente por los vegetales: hortalizas, legumbres secas, verduras, carnes crudas y frutos secos y frescos. Además el calcio es un mineral muy abundante en el suelo donde es recuperado por las raíces de las plantas. En definitiva, eliminar de la alimentación la leche animal no provoca carencia de calcio. Al contrario, el régimen hipotóxico -desprovisto de derivados de la leche- acompañado de magnesio y silicio bloquea 70 veces de cada 100 la evolución de la osteoporosis e incluso permite a veces recuperar parte del terreno perdido".

La caseína de la leche

Mencionábamos al describir la composición de la leche que una de sus proteínas principales es la caseína. Pues bien, se sabe que el niño lactante asimila completamente las caseínas de la leche materna… Pero no las de la leche de vaca. Tales proteínas sólo se digieren parcialmente por el efecto neutralizador de la leche sobre la acidez gástrica, indispensable para su ruptura.

¿Y qué efectos provoca esa sustancia viscosa que es la caseína animal en nuestro organismo? La respuesta es que, en algunas personas, se adhiere a los folículos linfáticos del intestino, impidiendo la absorción de otros nutrientes (de hecho la caseína se utiliza como pegamento para papel, madera, etc.). Además su hidrolización parcial tiene otras consecuencias. Por ejemplo, desembarazarse de sus residuos metabólicos supone un gasto energético suplementario para el organismo y puede provocar problemas inmunológicos. Así, en personas que presentan deficiencias de inmunoglobulinas IgA, esta proteína pasa al torrente sanguíneo y genera gran variedad de reacciones autoinmunes. Y, si tenemos en cuenta -como se recoge en un informe del Memorial Kettering Hospital de Nueva York (Estados Unidos)- que la deficiencia de antígenos IgA es uno de los problemas más comunes en cuanto a deficiencias inmunitarias, el problema pasa a tener dimensiones mucho más preocupantes.

Las grasas de la leche

La leche humana contiene 45 gramos de lípidos por litro, de los que el 55% son ácidos grasos poliinsaturados y 45% saturados. Tiene, sobre todo, un elevado contenido en ácido linoleico, precursor de prostaglandinas y leucotrienos antiinflamatorios.
En cambio la leche de vaca -la más consumida- contiene 70% de ácidos grasos saturados y 30% de poliinsaturados. Una estructura que favorece la formación de prostaglandinas y leucotrienos inflamatorios. Además, ese 30% de poliinsaturados pierde sus propiedades cuando por efecto del calor -entre 40 y 45 Cº- se desnaturalizan y ya no pueden ser precursores de sustancias antiinflamatorias. En consecuencia, la leche tratada para poder ser consumida es pierde toda facultad antiinflamatoria y potencia las contrarias.

Por otra parte la pasteurización y la homogeneización provocan que las grasas saturadas atraviesen las paredes intestinales en forma de pequeñas partículas no digeridas, lo que inexorablemente aumenta los niveles de colesterol y grasas saturadas en sangre. Además, el contenido en colesterol de la leche es superior al de otros alimentos famosos por ser ricos en ese elemento. De hecho algunos países ya han retirado la leche de la lista de alimentos fundamentales para la dieta, porque se ha observado que los niños que acostumbran a tomar varios vasos de leche al día tienen sus arterias en peores condiciones que los que no la toman. Una información que, curiosamente, no parece haber llegado a Estados Unidos, pues según su Departamento de Agricultura casi el 40% de la comida diaria que ingieren los norteamericanos consiste en leche y/o productos lácteos. Lo cual significa que un estadounidense medio toma diariamente sólo con los productos lácteos 161 miligramos de colesterol. Y eso es tanto como ingerir ¡53 lonchas de tocino al día! Y luego se extrañan que la cuarta parte de la población norteamericana sea obesa o padezca sobrepeso.

Añadiremos finalmente un dato importante que aporta el ya mencionado doctor John McDougall: En el afán por aumentar sus ventas la industria lechera relaciona el contenido de grasa de la leche… Con el peso. Lo que le permite decir que la de vaca contiene "sólo" un 2% de grasa por cada 100 gramos. Y, claro, dicho así parece que estemos hablando de un producto bajo en grasa. Sin embargo debemos entender que el 87% de la leche es agua por lo que si descartamos ésta el porcentaje real de grasa sobre la sustancia sólida es mucho mayor.

La carga hormonal

Conviene saber también que la leche contiene aproximadamente 59 tipos diferentes de hormonas -pituitarias, esteroides, adrenales, sexuales, etc.- siendo las más importantes las hormonas del crecimiento, cuya acción, unida a la riqueza proteica de la leche de vaca, hacen posible el rápido crecimiento de los terneros de forma que en breve plazo llegan a doblar su peso. Es evidente que los humanos no tenemos precisamente esa necesidad. Además niveles elevados de esa hormona, unidos a otros tóxicos, se consideran hoy causa de la aparición de diversas enfermedades degenerativas.

Hay que añadir a ese respecto que resulta kafkiano tener que reseñar que ya en 1994 la Food and Drug Administration (FDA) aprobó que la compañía Monsanto usara la Hormona Recombinante de Crecimiento Bovino (rBGH) -también conocida como bovine somatotropin o rbST- para aumentar la producción de leche en las vacas entre un 10 y un 25%. La referencia al absurdo la hacemos porque, según se publicó en The Ecologist en 1998 "el uso de rBGH incrementa los niveles de otra hormona proteica -el factor de crecimiento 1 tipo insulina (IGF-1)- en la leche de las vacas. Y dado que el IGF-1 es activo en los humanos -causando que las células se dividan- algunos científicos piensan que una ingesta de leche tratada con altos niveles de rBGH podría dar paso a la división y crecimiento incontrolados de células en los humanos. En otras palabras: Cáncer". De hecho son tantos los peligros potenciales de esa hormona que su uso está prohibido en Canadá y la Unión Europea, así como en otros países.

La profesora Jane Plant, autora del libro Your life in your hands (Tu vida en tus manos), explica ahí que el IGF-1 es especialmente activo durante la pubertad y el embarazo. En el caso de las niñas púberes -explica- esta hormona estimula el tejido de la mama para que crezca. Y durante el embarazo ensancha los tejidos mamarios y los conductos de la leche materna para favorecer la lactancia. Agregando con rotundidad: "Niveles altos de esta hormona incrementan hasta tres veces el riesgo de padecer cáncer de mama o de próstata por parte de quienes consumen tanto la leche como la carne de las vacas lecheras. Y en contra de la afirmación de que la pasteurización la destruye, entiendo que la caseína evita que eso ocurra y que la homogeneización facilita que la IGF-1 alcance el torrente sanguíneo. Asimismo, los propios estrógenos que se añaden a la leche bovina son otro de los factores que estimulan la expresión nociva de esta hormona y que, indirectamente, acaban provocando la aparición de tumores".

Tóxicos en la leche

Debemos añadir que la leche puede, además, estar contaminada por productos químicos, hormonas, antibióticos, pesticidas, pus procedente de las mastitis -tan frecuentes en la vacas ordeñadas permanentemente-, virus, bacterias, priones… Sin olvidar que hoy se "enriquece" tanto la leche como los productos lácteos con aditivos, vitaminas y minerales sintéticos, semillas, plantas, frutas, proteínas, ácidos grasos… En algunos casos, por cierto, con grasa de animales distintos. Con lo que uno puede estar ingiriendo leche de vaca enriquecida con grasa de cerdo… Sin saberlo.

Ente las sustancias tóxicas que pueden encontrarse en un vaso de leche de vaca, destacan:
–  Metales y plásticos, proveniente del equipo utilizado en la explotación ganadera para obtener, conducir o almacenar la leche puede contaminarla.
–  Detergentes y desinfectantes como formol, ácido bórico, ácido benzoico, sales alcalinas, bicromato potásico, etc., sustancias que se emplean en la limpieza y desinfección del material que se pone en contacto con la leche.
–  Pesticidas y fertilizantes que son consumidos por el animal junto con sus alimentos, como acaricidas, nematicidas, fungicidas, rodenticidas y herbicidas. Compuestos químicos -DDT, dieldrin, lindano, metoxiclor, malation, aldrín, etc.
–  Micotoxinas del alimento que se da a las vacas cuando éste está contaminado por mohos (especialmente el aspergillus flavus).
–  Antibióticos y otros fármacos, empleados habitualmente en el tratamiento y prevención de las enfermedades infecciosas y parasitarias de las vacas.
–  Contaminación radioactiva. los residuos producidos por el uso de la energía nuclear ocasionan problemas en raras ocasiones, pero es necesario prestar atención.
–  Dioxinas. Estos derivados del cloro esta relacionados con el cáncer de pulmón, linfomas, diabetes, problemas de desarrollo del niño y diversos desarreglos del sistema inmune.

Enfermedades relacionadas con el consumo de leche

Ante todo lo expuesto son cada vez más las voces que alertan de la posible relación -más o menos directa- entre el consumo de leche y las dolencias que se relacionan a continuación:
–  Anemia ferropénica.
–  Artritis reumatoide y osteoartritis.
–  Asma.
–  Autismo.
–  Cáncer de estómago.
–  Cáncer de mama.
–  Cáncer de ovarios.
–  Cáncer de páncreas.
–  Cáncer de próstata.
–  Cáncer de pulmón.
–  Cáncer de testículos.
–  Cataratas.
–  Colitis ulcerosa.
–  Colon irritable.
–  Diabetes Mellitus Tipo I.
–  Dolores abdominales sin intolerancia a la lactosa.
–  Enfermedad de Crohn.
–  Enfermedades coronarias.
–  Migraña.
–  Infecciones de oídos, garganta y sinusitis.
–  Reacciones alérgicas.
–  Sangrado gastrointestinal.
–  Síndrome de mala absorción.
–  Trastornos del sueño.
–  Úlceras pépticas.
–  Otras reacciones provocadas por la leche. Acidosis láctica severa asociada a la alergia a la leche de vaca, aumento del riesgo de preeclampsia en mujeres sensibles, dificultad de aprendizaje en niños o algunos casos de infertilidad femenina. Por último es importante señalar que las madres que toman leche de vaca durante el período de la lactancia exponen a sus hijos a los riesgos asociados a este alimento.

(*) Este texto es un resumen del publicado por el Dr. José Ramón Llorente en dsalud.com. El autor es Presidente de la Sociedad Española de Nutrición Ortomolecular y los estudios que se citan en el artículo están perfectamente documentados y, si no se mencionan, ha sido por razones de espacio.

La publicación original en dsalud.com contiene muchas referencias adicionales, incluyendo una lista de problemas que pueden ser causados por los procesos usados para preparar la leche para el consumo humano, los distintos tipos de leche y La historia de la profesora Jane Plant, quien afirma que ha sobrevivido a 5 tumores mamarios gracias a haber eliminando todos los lácteos de su dieta.

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Fuente: José Ramón Llorente (*) – dsalud.com

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