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¡Nunca cambiarás!

"Amor, eres perfecto. Ya te cambiaré". Este objetivo que durante generaciones ha sido el sustento y la esperanza de muchos matrimonios no es más que un engaño. Científicos alemanes del Instituto Max Planck y de la Universidad de Würzburg sostienen que aquellos caracteres que con mayor fuerza impregnan la personalidad del ser humano son observables ya a los tres o cuatro años de vida del individuo, y apenas varían a lo largo de los años. La infancia y la juventud liman el perfil psicológico, pero una vez superada la pubertad sólo los conocimientos y las concepciones morales son susceptibles de acoger transformaciones significativas.

20 años observando

Para poder analizar el desarrollo de la personalidad en los humanos, los estudiosos alemanes tuvieron que seguir los pasos psicológicos de sus observados durante 20 años. Y 200 han sido, niños primero, adultos después, los que sometieron su carácter al escrutinio de los científicos.

Las dimensiones del trabajo, iniciado por el Max Planck y continuado por un grupo de científicos de la Universidad de Würzburg, son por lo tanto megalómanas. Para tanto esfuerzo se necesita un nombre a medida: "Estudio Longitudinal de la Génesis de las Competencias Individuales", más conocido como por sus sílabas en alemán: "LOGIK".

Tres veces al año, los científicos establecían un perfil psicológico completo de cada uno de los 200 participantes en el estudio. Plasmado quedaba así el desarrollo de su capacidad cognitiva (memoria, inteligencia, aptitudes matemáticas y capacitación para la lectura), de sus facultades sociales (contacto social, timidez, agresividad) y de sus valores morales. Dos décadas después, el trabajo refleja los pocos cambios en el carácter producidos con el paso del tiempo.

Para toda la vida

Las dificultades para aprender, los problemas con la Ley, la incomodidad a la hora de atenerse a las reglas establecidas se hacen más patentes con los años porque las cuestiones a las que se aplican son más graves, pero están ya presentes en la infancia. Desde no tener remordimientos por robarle la merienda al compañero en el descanso escolar a negarse a aceptar las normas sociales existe sólo una variación temporal, que no personal.

En la pubertad, el desarrollo de la personalidad se encuentra en su punto álgido, lo que conlleva ese infierno que en ocasiones viven los padres con sus hijos incomprensibles. Superado este momento clave, no hay mucho más que cambiar. Así de contundente es el resultado del estudio que ha sorprendido a los mismos científicos.

Por lo tanto, a las mujeres con grandes objetivos y a los hombres con mucha voluntad les debería quedar claro que a la pareja más vale aceptarla como es. Renunciar a hacer al marido más comunicativo y cariñoso, a la esposa más lógica y mejor conductora y recordar aquella frase sabia de las madres que en nuestros años de pubertad nos decía: "Hijo mío, ¡nunca cambiarás!".

© Deutsche Welle

Fuente: Luna Bolívar Manaut
www.dw-world.de

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