Miscelánea y otros

Ciencia: La caída de un mito

Siendo, como soy, un ferviente defensor del método científico, quizás resulte irónico el título elegido. Nada más lejos de la realidad. El propósito de este breve ensayo es despojar la ciencia de ciertas tendencias actuales que rezuman tintes dogmáticos.

Recuérdese que el dogma tiene en la ciencia su más fiero enemigo. Por el camino, además, se hará una crítica del científico moderno, particularmente en relación con ciertos temas de investigación.

La ciencia es el estudio del Universo que nos rodea. Así de simple. No permitamos, no obstante, que tal simplicidad nos impida advertir, por un lado, la hipótesis de partida ni, por otro, el significado de estudiar el Universo.

En primer lugar, el postulado fundamental de la ciencia es la existencia de una realidad objetiva, independiente de nosotros. Supuesto aparentemente inocuo para muchos. Y en segundo lugar, la ciencia supone, mejor aún, reconoce la existencia de entidades cuya mera concepción escapan a la comprensión humana. No hay que avergonzarse. Ciencia es afán de descubrir, ansia de aprender y deseo de aprehender. En este artículo se asumirá la validez del postulado de objetividad y examinaremos las implicaciones del método científico en el progreso humano1.

El método científico puede, grosso modo, clasificarse en dos vertientes. La primera es la experimental, que consiste en la observación de los fenómenos naturales y su posterior intento de reproducibilidad en el laboratorio2. El segundo enfoque, el teórico, se ocupa de la extracción de relaciones formales entre un conjunto dado de fenómenos, así como de la predicción de nuevos resultados que serán sometidos al escrutinio experimental. Ambas descripciones, experimental y teórica, son necesarias para la ciencia, cuyo avance exige un delicado equilibrio entre ambas.

Suele decirse que la ciencia moderna nace con la Revolución Industrial. Confusa afirmación. Personalmente, no tengo nada en contra de tal revolución. No en vano, gracias a ella disponemos de elementos más eficaces para afrontar nuestras vidas, como las vacunas o las comunicaciones. Ahora bien, este enfoque desvirtúa la esencia de la ciencia. El verdadero motor del científico es la pasión por comprender su entorno. No debería ninguna otra motivación gozar de implicación alguna.

Desgraciadamente, la ciencia moderna se halla profundamente profesionalizada y al abrigo de la coyuntura económica. La gran mayoría de científicos desempeña trabajos regidos por la producción. Para la persona pragmática, esta situación no entraña ningún problema, pues, argumenta, la complejidad de la sociedad actual requiere de la coordinación de todos los sectores. Y si los proyectos científicos se financian, no importa la procedencia, es de esperar que las instituciones, públicas o privadas, exijan resultados. Bueno, concederemos este argumento como parcialmente adecuado. Insistiremos una vez más: la ciencia sólo se preocupa del estudio de la Naturaleza. No es, ni debe ser, su pretensión la aplicación de sus logros al servicio de la sociedad. No se niega la importancia de tal aplicación; simplemente, se niega la identificación de tales aplicaciones con la actividad científica. Esta negativa está lejos de ser caprichosa: la ciencia, para su progreso, necesita la abstracción sobre las condiciones sociales en aras de un óptimo análisis de la realidad, indiferente a las penurias humanas.

La descrita desvinculación de la esencia científica de las aplicaciones sociales conduce a dos ideas, relacionadas entre sí, no exentas de controversia. Ideas que expondremos y defenderemos a continuación. La primera tiene que ver con la profesionalización en determinados campos de la ciencia. La segunda, con las esperanzas que la sociedad deposita en ella. Expliquémonos, pues.

Debo confesar que me resulta bastante sorprendente la idea de financiar cierto tipo de proyectos. Y no precisamente porque los encuentre desprovistos de interés. Temas tan fascinantes como el origen del universo o de la vida, el propósito de la existencia, la naturaleza del tiempo o el papel de las matemáticas han cautivado a la Humanidad desde sus albores. A mí, también. Siento, sin embargo, que se atenta contra la esencia de la ciencia al fomentar económicamente el estudio de asuntos de corte existencial. Temas como los mencionados responden a la satisfacción del estudioso, pero difícilmente ayudan a la sociedad, la cual, al fin y al cabo, es la que subvenciona tales proyectos. La cuantía de la financiación es irrelevante aquí. A un científico como yo le preocupa el hecho de financiar. Recibir un rédito económico para deleite personal traiciona el espíritu científico. Deleite, placer y satisfacción personal. Así nació la ciencia.

Decíamos que había dos ideas relacionadas. La segunda cuestión que reclama nuestra atención es la supuesta confianza que en la ciencia tiene la sociedad actual. Más aún, parece que el propio progreso de una sociedad está regido por su actividad científica. Encuentro, una vez más, confusa esta idea. Para empezar, habría que aclarar qué se entiende por progreso. Si, en aras de la exposición, se asocia este concepto, como se hace en Occidente, con el desarrollo tecnológico, no cabe duda que la ciencia juega un importante papel, pues ella es la base de tal tecnología. Ahora bien, ni la ciencia ni sus implicaciones tecnológicas son responsables del empleo de tales avances. La ciencia es genuina y necesariamente amoral. La ética trasciende sus fronteras. Recuérdese que la ciencia misma admite sus limitaciones, su propia ignorancia. Tiene la capacidad de presentar hechos, mas no de juzgarlos3. No es justo, ni maduro, vertir en la ciencia la responsabilidad del progreso humano. Haciéndolo no sólo se debilita la ciencia, sino nosotros mismos.

Unas últimas palabras a modo de alegato en favor de la ciencia. Su llama seguirá viva mientras perdure el sentimiento de búsqueda en el océano de la ignorancia. Dicho sentimiento no entiende de condiciones sociales. Es, sencillamente, un elemento vital, el camino hacia el sentido de la existencia misma, si es que hay alguno. Y si no lo hubiere, lo creamos. Pero tal creación ya no es ciencia, es emoción.

1 En un próximo ensayo veremos qué tiene que decir, si algo, una de las teorías científicas más controvertidas, la mecánica cuántica, sobre la objetividad de la realidad: Lo decible & lo indecible en Mecánica Cuántica.

2 La cosmología, esto es, el estudio del universo físico como un todo, desafía esta idea algo laxa de experimentación, pues el universo, como tal, no admite manipulación alguna en el laboratorio. Algunas cuestiones referentes a las ideas cosmológicas modernas se analizan en Multiverso, ciencia y ego.

3 Discutimos en otro ensayo la versión matemática de esta idea: los teoremas de incompletitud de Gödel: El sueño de la razón.

Fuente: Pedro Naranjo Pérez – redcientifica.org

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