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«Más pequeños que el Guggenheim» la autoexclusión del grupo actoral Los Guggenheim-México

Una obra dramatúrgica premiada, le permite al espectador adentrarse en esas realidades que lo oprimen en una sociedad que no le ofrece salida a los sueños. Actuaciones en desnivel, para un argumento que busca en la esperanza y el reflejo, una salida. 
Por: Julio C. Alcubilla B. 
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Ésta obra, fue escrita con la beca de residencia de la Fundación Antonio Gala en España y con un apoyo del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Veracruz. Alejandro Ricaño, autor y director de la misma, recibió Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido, en el 2008. Considera que su obra es una "biografía trastocada", inspirada en los actores que se ven en escena, en la que uno de los personajes se llama fonéticamente igual al actor que lo interpreta. 
Un texto creado explícitamente para estos actores, que intenta ser un fiel reflejo de las circunstancias que experimenta la cultura teatral o artes escénicas, en nuestra región… "Lo que buscaba con Más pequeños que el Guggenheim era salirme lo se está haciendo mucho actualmente, que es escribir sobre asesinos. Yo veo que casi todos los autores jóvenes escriben de una persona que mata a otra persona, parece un concurso por ver quién escribe la obra más violenta. Por lo mismo yo quería una obra donde no pasará nada impactante, nadie se muere, no hay escenas de sexo, es una obra muy cotidiana, busca lo poético en lo cotidiano, profundizar en problemas muy simples".
El argumento inicia con el conflicto de Gorka, un escritor asfixiado por un matrimonio fallido, que deja a un lado sus esfuerzos por la literatura para trabajar en un supermercado transnacional.  Gracias a un fallido intento de suicidio de Sunday, Gorka retoma su amistad con este actor para descubrir cómo la vida se ha covertido en desaliento, autoexclusión,  que les impide cumplir su mayor deseo en la vida: hacer teatro. En la juventud hicieron todo lo posible para alcanzar su objetivo: Gorka desde la escritura y Sunday desde la actuación, trataron de comerse un mundo que finalmente se los comió a ellos.
Desde el melodrama, se entrelazan vidas con la verosimilitud de un texto realista, el diálogo como plataforma de la construcción escénica, pudiese entenderse como maniqueísta, en el que se nos asoma una constancia…la esperanza. En mi lectura, el texto dramatúrgico pocas veces nos ofrece sutilizas  estilísticas, sin que ello suponga una crítica en censura, hubiese apreciado un discurso más envolvente, menos obvio. Por otro lado los cambios temporales, las secuencias dramáticas, irrumpen en la escena un tanto abruptas, atropelladas, al final de la historia es que logran ser más sueltos.
La dirección en su concepción, nos presenta desplazamientos coreográficos, que por carencia de plasticidad en el ejercicio interpretativo de estos cuatro actores, se notan deficiencias. Notándose una preocupación en estos cuatro personajes, por alcanzar limpieza en sus desplazamientos y estilismo físico. El espacio escénico es utilizado con espontaneidad, permitiendo acertadamente por otro lado que el espectador reconozca, pese a actuaciones comprometidas, atmósferas psicológicas de los personajes y rutas existencialistas de cierta agudeza interpretativa, quizás no en el colectivo actoral, aunque sí más en dos de ellos, por ello concluyo en cierto desnivel.
La historia puede llegar a conmovernos, reconocemos el tema, en cada una de nuestras latitudes, una desgarradora realidad que termina en esperanza. Las rutinas cómicas o espacios en el que se nos presentan develaciones temporales, que invitarían a reflexiones dentro de su jocosidad, no son fáciles de comprender. Ricaño tiene por eje expresivo la dramaturgia narrada, en la que los monólogos son usados como  catapulta de las acciones. Gorka, el dramaturgo en la obra, junto a Sunday, el actor, inician un viaje de existencias, sueños, como cualquier artista de las artes escénicas… y como muchos no llegan a nada. El tema doloroso, evidencia las limitaciones personales que lo impiden, surgen reflexiones como espectador, no sabemos si  intencionalmente el desnivel interpretativo de éste colectivo de actores, en los que sobre todo en uno de ellos, se hace notorio, nos presenta una realidad que debe tener más trabajo en las tablas. Su personaje resulta tímido… Sunday,  (Adrián Vásquez) pese a su intención de imposición escénica, su actuación se desdibuja haciéndose medianamente enriquecida por su manejo actoral y expresivo, muchas veces pareciese que su personaje juega entre realidad y farsa.
Esta verdad de dos amigos que se unen a dos pseudo actores, evidencia la carencia de un talento. Quizás sea éste el meollo real de la trama, la carencia de un talento plausible. Chistes, carcajadas alegorías, nos presentan un tema doloroso. Planteamiento que para quienes hemos recorrido por mucho tiempo espectáculos de teatro o somos habitué de las artes escénicas, quizás las interpretaciones nos impulsen a un ajuste de cuentas, por momentos la realidad observada nos resulta insoportable. 
Conciento que los personajes de Ricaño, son la antítesis del personaje triunfador, a pesar de que persigan un sueño, que se matiza al final de la obra con encantamientos sensitivos… Observable al identificar ese subtema de la amistad como ejemplo, como valor. Se intercala en sus parlamentos el momento actual, con lo vivido en Barcelona. Una mesa y una larga banca, diseñadas y construidas por Juan Carlos Macias, iluminación de Eduardo Mier son el escenario semiótico, para las actuaciones: Austin Morgan, Gorka, resulta convincente, Hamlet Ramírez, en el rol de Jam, sin ser sobresaliente su representación es adecuada, Miguel Corral, como Al, teniendo un rol ligero, ofrece un trabajo limpio, sin fisuras, hasta cierto punto destacable dentro de un elenco, que no cubre expectativas si consideramos una muestra internacional. 

Fuente: Julio.C.Alcubilla B.- www.recordreport.net
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